Décimas (21): Del alma de Pascualita
Del alma de Pascualita,
sedosa como la luna,
era muy grande fortuna
oír su voz suavecita.
Le doy esta manzanita
mientras preparo mi mate,
y tom’ este chocolate
que ya v’a hervir la tetera,
y si quiere comer pera,
hay harta en el azafate.
La siguen de aquí p’allá
mis ojos por esa pieza;
yo juro que tal fineza
no la he palpado jamás
ni en Francia ni en Panamá,
ni en playa ni en cordillera,
ni amigos ni en parentela.
Lo digo con arrogancia:
que Pascualita es fragancia
de flores en primavera.
Cuando a mi casa volvía
con un crecido contento,
tenía el convencimiento
volverme de la otra vida.
Canastos llenos traía
de peumo, trigo y piñones;
encima, los orejones;
al medio, queso y tortilla.
Llega a bailar mi chasquilla
cruzando los callejones.
Quisieran haberla visto
peinada con su gran moño,
¡qué montes en el otoño!,
¡qué sol ni qué Jesucristo!
Por eso es que don Juanito
le da su amor y su gloria,
y al entregar esta historia,
yo ruego de que algún día
la Pascualita sonría
del verse en estas memorias.
Lunas y lunas pasaron,
su pelo estará canoso,
su andar será fatigoso;
no sé si estará en Lautaro.
M’encuentro en un desamparo,
pero conservo esperanzas
qu’el tiempo con su mudanza
v’a concederme virtud:
verla con vida y salud
sin oponer más tardanza.