Décimas (41): No tiene la culpa el chancho
No tiene la culpa el chancho
sino quien le da el afrecho.
Hoy el instante aprovecho
para tomar mi revancho.
Del árbol salió este gancho
pa’ repetirlo tan fuerte,
que si mi taita en la muerte
procura encontrar reposo,
fue por aquel fastidioso
Ibáñez, el presidente.
Es mucha su desventura,
lo vieran con su dolor,
declaro qu’el dictador
lo convirtió a la locura.
Ya su cabeza está dura,
se mueren las esperanzas,
no hay más posible venganza
que hablarlo a los cuatro vientos,
y a los catorce elementos
que vieron estas mudanzas.
El mundo es una escalera,
el que no sube, pues baja
al hoyo con la mortaja
de la maldad pendenciera.
Aquel de malas maneras
habrá de tener castigo;
no ha de quedar al abrigo,
lo dice la Santa Biblia.
Y en sus palabras auxilia
al triste y al perseguido.
Qué iba a pensar don fulano
que algunos años más tarde
las llamas están que se arden
del fuego que hizo su mano.
Con esta pluma en la mano
lo acuso con mucha inquina,
que con jalea y morfina
subió de nuevo al gobierno,
formando un segundo infierno
que amarga y que desatina.
Mas con la muerte se olvidan
las cuentas más espantosas;
parece que allí en la fosa
las almas se purifican.
Mi rabia se sacrifica
del ver al paco fina’o
y a sus pariente’ enluta’os
haciéndose moscas muertas,
que digo con voz abierta:
que Dios lo haiga perdona’o.