Décimas (54): Estaba Asuero una tarde
El rey Asuero famoso,
feliz por el cuncunato,
iluminó su reinato
porque se siente dichoso.
Estaba Asuero una tarde
tomando el sol pensativo.
Mardoqueo llegó altivo
a presentarle un alarde.
«Preciosa, que Dios te guarde»
–responde Asuero afanoso;
contempla el rostro gracioso
de la sobrina de aquel.
Flechado fue por Ester,
el rey Asuero famoso.
Latiéndole el corazón
de amor y de sentimiento
le dijo: «Yo te consiento
en el portal de mi amor.
Repósat’ en mi sillón,
te galantizo en un rato,
mío será tu retrato»
–dijo acercándose a ella.
Bendice trueno y centella
feliz por el cuncunato.
Celosa y muy confundida
Vasti dejó la mansión
al ver en aquel sillón
la bella desconocida.
Dijo: «Me siento aburrida
con este rey tan ingrato».
Pronuncia mil garabatos,
y al penetrar al jardín,
vio preparado un festín
que iluminó su reinato.
Se ve que está medio loco
Asuero, el galante rey,
diciendo: «Al diablo la ley:
si a mi lado la coloco,
medio año lo encuentro poco
pa’ mi festín deleitoso».
Va y viene muy tembloroso;
declara pomposamente
un banquetazo ferviente
porque se encuentra dichoso.
Despedida:
Ciento ochenta es que duró
la fiesta de noche y día;
los invitados gemían
cuando el momento llegó.
No quieren decir adiós,
se pegan como una lapa.
Asuero les da la llapa
brindando por Mardoqueo,
y este feliz pololeo
que oculta bajo su capa.