Décimas (76): Fin del Festival (o Se apartan los estandartes)
Se apartan los estandartes
con un gran dispersamiento;
cada cual con su estrumento
con la música a otra parte.
Polonia, cuando al dejarte
se acabó el baile y el canto
–tu serpentina entre tanto
ya está barrida en la acera–,
dije al píe de mi bandera:
«Cada una pa’ su santo».
Unos partieron a China,
otros a Rusia la Inmensa.
Recibo con mi paciencia
una invitación vecina.
Con diplomacia muy fina
me dicen: «Tú vas a Praga».
Contesto: «Rusia me halaga,
soñé este merecimiento»;
mas me contaron el cuento
los Pérez y los Moragas.
No pude por un instante
acomodar mi memoria.
«No está en el mundo la gloria»
–me dije muy penetrante.
Mi corazón palpitante
se espanta al llegar a Viena.
No me responden las venas
en noche tan desolada
cuando m’encuentro botada
frente a la luna serena.
Camino por un momento
las calles a la sin rumbo;
veo qu’estoy en el mundo
sin más qu’el alma en el cuerpo.
¿Qué fue de tanto estrumento,
de tanta y tanta bandera?
¿Adónde está la primera,
la tricolor y su estrella?
Ya se apagó la centella,
voy atentando la esfera.
¿A quién volverle la vista
en esa extraña ciudad,
sin plata, sin amistad,
sin la palabra bendita?
«¿Dónde están los comunistas
y dónde está el radical?
–digo en esa hora fatal–,
¿dónde están los católicos?»
Mis tripas sienten un cólico,
mis fuerzas no me dan más.