Décimas (91): No tengo la culpa, ingrato
¿Hasta cuándo, ingratonazo,
hasta cuándo matar quieres?
Que ayer me dejaste herida
con agujas y alfileres.
No tengo la culpa, ingrato,
de que, entre los dos, el diablo
por tres o cuatro vocablos
nos cause tan malos ratos.
De hacerte sufrir no trato,
aunque así parezca el caso;
yo creo que este mal paso
los lleva por mal camino,
y a preguntar no me animo:
¿hasta cuándo, ingratonazo?
Oscuran mi pensamiento
palabras y más palabras,
espero que pronto se abra
la luz de mi entendimiento.
Ya tengo el convencimiento
que sobran los padeceres;
como dos malas mujeres
peleamos la sinrazón.
Contéstame, corazón:
¿hasta cuándo matar quieres?
Si no me río, te enojas,
y si me río, también.
¿Es que no alcanzas a ver
que solo me das congojas?
Capricho que se te antoja,
yo quiero que lo consigas,
desde el palomo a la hormiga,
desde la mar al desierto.
No comprendes ni despierto
que ayer me dejaste herida.
Hoy pruebo, en último intento,
busqué la paz, pero en vano.
Después me pasas la mano
cuando me has dado tormento.
Es tanto el dolor que siento
ya para mí no hay placeres:
están hablando dos seres
en lengua de mal judío.
Tengo clavado el sentido
con agujas y alfileres.
Despedida:
Ordeno la despedida,
palomito volador,
suspéndeme este dolor
que es mi pan de cada día.
Aunque sea culpa mía,
no debes de ser así,
que no es remedio pa’ mí
el aumentarme los males.
Con la miel de los panales
más se puede conseguir.