15 de marzo
Estaba el Cerro tranquilo,
cada cual en su trabajo,
cuando llegaron de abajo
tres demócratas eternos,
emisarios del Gobierno,
la lengua como badajo.
Reunir a la paisanada
traían como misión,
para hacer una función
de asados y de empanadas,
y así tomar posesión
de toda gruta pintada.
Se buscó primeramente
la sombra de Argañaras,
pero dada la humedad
y del mucho genterío,
en los talas, junto al río
se vido más ampliedad.
Para sacar el yuyal
con hachas, palas y picos,
trajeron muchos melicos
de los tres Departamentos,
y a los pobres, al momento,
les humeaban los hocicos.
Lo que antes fue matorral
quedó mesmo que un salón
regadito y parejón.
Y medio atrás del ramaje,
un baño pal mujeraje
con forma de corazón.
Cuatro vacas regalaron,
también varios cabrillones;
en mesas, tablas y lonas
se fueron acomodando
las carnes que iban cortando
para la gran comilona.
Todo el mundo sin dormir:
las mujeres en la masa,
otras cortando la grasa;
los hombres en la cueriada,
porque así son las gauchadas
del que tiene suerte escasa.
Se mejoraron los vados,
leña seca se acarreaba,
otro los postes pintaba
con colores argentinos,
que al verlos desde el camino
la sangre nos relinchaba.
Que no despacharán vino
se pidió a los alcoholeros
porque es muy triste, aparcero,
para el criollo de estos laos
que quede tan mal parao
delante de forasteros.
Cada cual, dende su casa
arrimó lo que tuviera:
una chata, una escalera,
una piedra pal arroyo…
Y hasta Leyo dio dos pollos
que había pillado campo ajuera.
Justo Allende mandó plata.
Y atajándose el resuello
cien pesos de don Argüello
dentraron para la fiesta.
En una ocasión como esta
sólo caben actos bellos.
Llegó el sábado del quince
con un sol primaveral,
la Brigada policial
con pantalones planchados
y al tope del Colorado
la Bandera Nacional.
Por ahí dijo el changuerío
“ahí viene el Gobernador”.
Un señor y otro señor
se apiaron juntito al río,
y parecía el gentío
avispas sobre una flor.
Briches blancos y saco negro
ostentaba el principal;
y pa’ no quedar tan mal
le acercaron un tobiano,
y era un solo, paisanos,
el de arriba y el bagual.
¡Qué modo de llegar gente!
Personas de toda laya,
pande mire y pande vaya:
altos, gordos y petizos,
criollos, gringos y mestizos,
sacos lisos y de a rayas.
De niñas hubo un jardín:
también se vieron varionas
con laya de percheronas
que se meneaban en vano,
como buscando un paisano
que les baje las caronas.
Seiscientos kilos de carne,
sin contar cabras y humitas,
se almorzó la comandita
en lo que dura un suspiro,
cayendo en el mismo tiro
más de mil empanaditas.
Después vinieron las danzas,
la cerveza y el bidú,
y un caldo de caracú
que vino de Santa Elena.
Y entre el llorar de las quenas
se iba muriendo la luz.
(1973)