Fulgores desde Londres

Un fulgor en la reja umbría
y no podrás saber nunca si te salvas.
De la cima caen unos bellos cuerpos mordidos con furia;
apenas comienza el gracioso finito del cielo,
tú gritas apenas del espanto que te causa la salvación.

Las promesas son caras, cuesta creer en la prehistoria…
Dos, tres fulgores chocando en la arena resbaladiza,
pon tus pies y tus huellas en las cartas amorosas de Londres
—¿Por qué condenar un camino tan dudoso?—

Ya no basta, ya no tengo nombre y mi madre ha muerto.
Pantallas negras, pantallas verdes, pantallas azules…
Y esos elefantes con sus brillantes colmillos aplaudiendo,
estocando.
Los fulgores me traicionan. Somos pocos
y tengo un ángel de mi parte,

se que vamos a morir diciendo no, no, diciendo sí, sí…
diciendo OH POETAS SALVAJES casi lluvia
la lluvia sobre las rumorosas islas perdidas.