Cuando llegó el gran día,
como todos los demás habían reventado,
sólo fue mío el deshonor
de no haber muerto en el campo del honor.
Yo soy la mala hierba, buena gente, buena gente.
A mi, nadie me arranca, y quien me rumia pierde los nervios.
La muerte se llevó a los otros, buena gente, buena gente,
y me respetó a mi: es inmoral, pero es así.
La, la, la...
Y no comprendo por qué, rediez,
os fastidia tanto que aún siga vivo.
La muchacha en venta tiene un gran corazón:
Sin cobrarme, me da
el trozo de piel más oculto
que nunca nadie más ha tocado.
Yo soy la mala hierba, buena gente, buena gente.
A mi, nadie me arranca, y quien me rumia pierde los nervios.
La muchacha se vende a los otros, buena gente, buena gente,
pero se ofrece a mi: es inmoral, pero es así.
La, la, la...
Y no comprendo por qué, rediez,
os fastidia tanto que alguien me ame.
La gente está hecha, me han dicho,
para ser ovejas en un rebaño;
pero no será mañana por la mañana
cuando seguiré yo su camino
Yo soy la mala hierba, buena gente, buena gente.
A mi, nadie me arranca, y quien me rumia pierde los nervios.
Yo soy la mala hierba, buena gente, buena gente,
y crezco en libertad en un callejón de mala fama.
La, la, la...
Y no comprendo por qué, rediez,
os fastidia tanto que aún siga vivo.
El cantautor y poeta extremeño Pablo Guerrero, autor de A cántaros, murió a los 78 años en Madrid tras una larga enfermedad; su obra unió canción, poesía y compromiso político durante más de medio siglo.
En un Palau Sant Jordi abarrotado, Joaquín Sabina se despidió de Barcelona con un concierto que fue al mismo tiempo un inventario de vida y un abrazo multitudinario a través de veintidós canciones que, tras más de medio siglo de carrera, ya no le pertenecen solo a él.