[Versión de Paco Ibáñez]
(Adaptación: Pierre Pascal)
Me pondré triste como sombra
cuando el dios con quien siempre voy
me diga con la mano al hombro:
«Vete p'arriba a ver si estoy».
La tierra entonces y el cielo,
todo tendré que abandonar.
Aún estará de pie el roble,
el de mi caja funeral.
Antes de ir a hacer el oso
con las ánimas de Plutón
quiero otra vez estar celoso,
otra vez dar mi corazón.
Una vez más decir «te quiero»
una vez más desatinar
al deshojar el crisantemo,
que es margarita funeral.
Dios quiera que mi viuda sienta
al enterrarme un gran dolor.
Que no necesite cebollas
para demostrarme su amor
y que tome en segundas nupcias
esposo de mi calidad,
así podrá sacar provecho
de mis chinelas y mi ajuar.
Que sea dueño de mi esposa,
que beba y fume en mi hogar
pero que nunca ¡le parta un rayo!
mi jaca se atreva a montar.
Aunque no tenga yo ni pizca,
ni sombra de perversidad,
si tal hiciera, mi fantasma
le vendría a perjudicar.
Aquí yace una hoja muerta,
mi testamento se acabó.
Hay un letrero en mi puerta:
«Cerrado porque se murió»
Ya no me dolerán las muelas,
yo me despido sin rencor.
A la fosa común del tiempo
y del olvido ya me voy.
[Traducción a partir de la adaptación al catalán de Miquel Pujadó]
Me pondré triste como una ostra
al llegar en día fatal
en que Dios me toque y me diga: “Sube
allá arriba, a ver si me encuentras.”
Entonces, por el cielo y por la tierra,
deberé llevar el luto más estricto.
A saber si aún estará en pie
el roble o el pino de mi ataúd…
Si tienen que enviarme al cementerio,
tomaré el camino más largo.
Retrocediendo iré a la tumba,
haré novillos al trago amargo.
Bien poco me importará si el sepulturero
me riñe o me toma por un loco:
quiero irme al otro barrio
cantando como un niño.
Antes de irme con las condenadas
para seducirlas tiernamente,
aún sueño con una aventura,
aún sueño con un cuerpo caliente,
con poder decirle una vez más alguien “Te amo”,
y una vez más perder el norte,
mientras deshojo un crisantemo, que es
la margarita de los muertos.
Dios quiera que mi mujer
se aflija al enterrar a su compañero
y no tenga que pelar cebollas
para soltar alguna lágrima.
Que con alguien de mi talla
engañe a la soledad:
le servirán mi ropa,
mi abrigo y mi calzado.
Puede utilizar a mi mujer,
la pipa, el vino, el tabaco y la vajilla,
pero que nunca -¡mal rayo le parta!,
se atreva a pegar a mis gatos.
Aunque yo ya no tenga ni una pizca,,
ni una leve sombra de maldad
si toca a los gatos, sé de un fantasma
que le dejará el culo pelado.
Aquí yace una hoja muerta,
hasta aquí llega mi testamento.
Podéis leer en mi puerta:
“Cerrado por entierro”.
Me voy sin rencor,
ya no volveré a tener dolor de muelas...
Ya estoy dentro de la fosa común,
la fosa eterna del Tiempo. .
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