Corazón de alcachofa
El miedo a envejecer,
calentando sometida
siempre el mismo colchón
hace
de tu corazón vagabundo
lleno de corrientes de aire
lo que podríamos llamar un lugar de paso…
Un corazón de alcachofa,
inefable espesura
fácil de repartir:
hay hojas para zutano,
para fulano y mengano…
Tal vez incluso para mi.
Prescindiste del platonismo mucho antes
que de los calcetines, el acné, las muñecas y el colegio,
al descubrir el eterno y siempre renovado arpegio
que dos manos pueden extraer de tu cuerpo.
Pero se ha demostrado que las manos demasiado insistentes
acaban siempre por repetir la misma melodía.
Cambiando de músicos, pues, evitaste el problema
de disponer de un repertorio limitado.
A cuerpo abierto, te metiste en la cama con quien quisiste,
ya tuviera la herramienta exuberante o ridícula,
y las has probado de todo tipo y tamaño:
se tiene que engrasar la cerradura si no quieres que se reseque.
Quien te quería envuelta para regalo
o enganchada a su llavero te llamará “puta”.
No le hagas caso, no sabe digerir el corte de mangas
que le hiciste a su orgullo de semental.
Ve navegando de cama en cama como tú lo sabes hacer,
que tu barco renueve sus caminos de espuma,
y si un cretino te pretende comprar, que se joda:
nunca entenderá por qué escupes sobre su dinero.
Y es que la ley puede convertir un macarra en un marido,
y es que hay demasiadas violaciones santificadas,
y muchas putas son amas de casa respetables
si se han vendido en exclusiva a un único miserable.