Les molestabas, Ovidi (1). Las medallas
que te colgaron al olerse tu último día
no eran para ti. Era a la enfermedad
a quien agradecían aquellos muñecos de fallas
sus servicios. La puerca enfermedad
que les hizo limpiamente el trabajo sucio.
¡Y cómo sonreían por dentro, los muy hijos de puta!
¡Y vaya elogios podridos de hipocresía!
Te lo habían negado todo, hasta la existencia.
Les daba miedo el espejo que tú les plantabas
ante los ojos, que reflejaba babas
estimuladas por el poder, la urgencia
para hallar el ángulo adecuado del prisma
que justifica las metamorfosis,
y las señales indelebles de las dosis
inyectables de amnesia y de cinismo.
Claudicaron... y no te lo perdonaban,
y hablaban de modas y de audiencia,
de gustos, de mercado, de la experiencia
del mismo público que ellos manipulaban.
Quisieron separarte de tu pueblo
cortando circuitos, hablando de ti en pasado,
poniendo entre comillas tu “mérito
de haber luchado por una causa noble”,
amarilleando la foto, convirtiendo a la historia
en responsable concreta de la fábula,
negándose a ver a los versos, a la palabra
volando libres por el cielo, lejos de la escoria
No entendieron nada: tu orilla
era el mañana. Las albas que viste
ellos no las verán nunca. Y nuestro deber
es esparcir tus cenizas vivas.
A ti lo mismo te da, estás de vacaciones (2),
bailas un vals con Teresa (3) y te embobas
mientras unos ángeles sexuados se la maman
a Estellés (4), que rima escalofríos.
Pero nosotros, en la cloaca,
sufrimos la estúpida brutalidad del número
mil formas de control, los escobazos,,
el vaho pestilente del vientre de la fiera.
Desde el fango, luchamos por la belleza,
mientras intentamos cribar polvo de esperanza
y tomarle las medidas a la estancia
que recorriste con lúcida tristeza.
Hablo en plural, en el único aceptable,
construido con soledades que, compartidas,
calientan corazones pero no funden vidas,
salvan el YO del magma y del establo.
Tu muerte me ha devuelto la rabia
que creía haber perdido con la inocencia
de unos años llenos de futuro, cuando la prudencia
no nos permitió más que cambiar de jaula.
Digo rabia y no odio, porque el odio
es tierra estéril, en él la vida no germina.
La rabia, en cambio, es útero y vagina
que crea el embrión de un código diferente.
Les molestaremos, Ovidi, como garrapatas,
como moscas cojoneras. ¡Ni te imaginas
lo mal que se lo haremos pasar, qué espinas
haremos crecer en las rosas de los miserables!.
Mientras no nos quieran en el casting de la Parca,
tendremos la voz a punto, bien afilada,
alzándose contra la inmensa cabronada...
¡Buen viento y barca nueva (5), si es que hay barca!
(1) Ovidi Montllor: gran cantante y actor valenciano, nacido en Alcoi en 1942 y muerto de cáncer en Barcelona en 1995.
(2) Referencia a la canción “Les meves vacances”
(3) Referencia a la canción “Homenatge a Teresa”, una de las más conocidas de Ovidi.
(4) Vicent Andrés Estellés (1924-1993), uno de los principales poetas valencianos y europeos en lengua catalana del siglo XX.
(5) Referencia a la canción “Bon vent i barca nova”.
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