Salimos de un siglo podrido
por el odio y la estupidez,
la guerra, la sangre, la noche
y la ausencia de ternura.
Y las cosas no han cambiado
con el calendario:
aún sube un Calvario
más de media Humanidad.
A algunos les decía el corazón
o un cometa o un eclipse
que llegaba la Edad de Oro
o tal vez el Apocalipsis.
Pero tenían el presentimiento
enfermo de caries:
las fechas son arbitrarias;
el Universo, indiferente.
Sin embargo, la convención
es tan fuerte que me obliga
a caer en la tentación
de preguntar intrigado:
cuando esté a punto de irse al garete
el siglo que ahora bosteza,
¿habrá más grano que paja?
¿tendremos el vaso lleno o vacío?
Yo sólo puedo avanzar
que este siglo me matará.
¿La injusticia seguirá
abonando el fanatismo?
¿Conjugar el verbo amar
olerá a anacronismo?
¿Aún habrá vida en el mar
o será una cloaca?
¿Habremos hallado la forma
de domesticar el azar?
¿Morirán todavía niños
por petróleo, dioses y tierras?
¿Habremos utilizado las manos
o los misiles en nuevas guerras?
¿Habrán nacido nuevos caudillos
y flamantes campos de exterminio
para garantizar el predominio
de los lobos sobre los conejos?
¿Seguirán haciendo la ley
mercaderes y jefes de tropa?
¿Habrá aún algún rey
que no sea el rey de copas?
¿Existirán disidentes
o todos estarán conformes
con llevar grises uniformes
en los cerebros y los sentimientos?
Yo sólo puedo afirmar
que este siglo me matará.
¿Habrá sido ejecutado
públicamente el último artista?
¿Se atreverá algún chalado
a declararse anarquista?
¿Seguiremos envolviendo
los cadáveres con banderas?
¿Las ovejas votarán a las fieras
y los negros al Ku Klux Klan?
Entre ataques y cansancio,
¿podrá aún comprender alguien
las palabras que ahora os digo
o serán un puñado de cenizas?
¿Habremos podido proteger
cuatro migajas de belleza?
¿Seguirá la mezquindad
marcándonos ciega el camino?
Bien mirado, no sé por qué
hablo en primera persona:
no tendré el placer
de exprimir tanto el limón.
Incapaz de separar
las espinas de la rosa,
puedo saber sólo una cosa,
pero al menos la tengo clara:
Tras décadas de permanecer archivadas el astrofísico y fotógrafo aficionado Hernán Quintana ha donado al Archivo de la Escena Teatral de la Facultad de Artes de la Pontificia Universidad Católica de Chile, 216 negativos fotográficos inéditos de Víctor Jara, capturados entre 1967 y 1968 donde aparece el icónico cantautor en su entorno familiar, en un viaje a Lonquén, su pueblo natal, y en la Casa de la Cultura de Ñuñoa, donde trabajaba como profesor.
El último libro del maestro y cronista fundamental de la canción de autor Fernando González Lucini, Volad canciones, volad, nos invita a un viaje profundo y emotivo por la poesía hecha canción. Un libro, resultado de un esfuerzo monumental en investigación y documentación que reúne a los trece poetas más musicados en español, con sus trece poemas más versionados.