Contemporáneo alado de la rosa de tierra,
me voy hacia la mar, de donde llegó el grito…
La noche azul detiene, en murmullos, la guerra
de las olas contrarias que duermen en mi pecho.
¡Oh, luna, dame el sol; oh, sol, dame la luna!
¡Oh, siempre más, más, más, más; dame la aurora oh viento!
Dame el pájaro sobre el corazón, sin piedras limítrofes,
y una calma bovina en el ardiente ajetreo.
Desde el sueño profundo, visión sin molestia,
lo que me busca y busco dice de dónde vengo y a dónde voy.
La sonrisa del día será un piar de alondra
entre el símbolo y el canto de llama y de esquila...
Ya me espera en la playa una ágora de barcas
que anhelan el viaje hacia nuevos cielos y puertos.
Bajo las proas vírgenes, un concilio de parcas
corona con retama una sombra de fiordos.
¡Oh, piedra sorda y muda, dame la cantilena!
¡Oh, cantilena, dame los límites de los caminos!
Noto como mi anhelo despierto infla la vela,
se me duerme en el rostro un olor de pinos.
¡Oh, siempre más, más, más, dame, noria que giras,
el secreto que la lluvia escribe sobre los hinojos!
¿Podré esparcir la ceniza de pretéritas piras
y unir al espíritu un nuevo ritmo de cascadas?
En silencio sigo misterios de linternas
que se balancean como guirlandas de desasosiego,
y desde mi corazón nevado por la claridad de las luciérnagas
alzan el vuelo los pájaros, la bandada de medianoche.
¡Oh, tierra, dame la flor! ¡Oh, flor, dame la tierra!
Oh, siempre más, más, más, para llenar mis canastos,
para calmar, solamente, la boca de la jarra!
La medianoche me levanta un alma de pájaros…
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