Nacen los astros
con el primer latido de tu corazón.
Nace las alboradas
cuando con tus ojos abres la luz.
Esto tienes, esto soy,
aliento inmenso y tan poco.
Porque cazas estrellas de noche
enamorando delfines con espejitos,
te entristece, por la mañana,
ver desierto tu techo.
Porque al abrigo de una gaviota amiga
escribes por el cielo la libertad del vuelo,
sientes cómo han borrado su trazo
de las calles de tu mundo.
Hay una aurora de geranios
en el vientre de la mar,
tienes la vela blanca izada,
hace siglos.
Porque en el gesto del universo
aprendes la fragilidad de tu cuerpo,
olvidas que el universo es solamente si tú eres.
Porque sientes cómo la vieja dama danza,
eres generoso mientras esperas el último paso,
sabiendo que sólo serás en aquello
que de ti guarden los demás.
Hay un volcán de espuma blanca
que a los barcos sirve de faro,
lo nutren tus sueños, hace siglos.
Nacen los astros
con el primer latido de tu corazón.
Nacen las alboradas
cuando con tus ojos abres la luz.
Nace la primavera
para el gozo de tu cuerpo.
Nacen las rosas
para que tus dedos persigan colores.
Por si la noche viene a tu corazón
puedes encontrar estrellas
en los ojos de la calle,
descubrir en la soledad
que sólo eres si los demás pueden ser,
aprender a hacer un nido con las manos
para unas manos sin gesto ni calor,
saber decir adiós porque así
es como empujar el tiempo del porvenir,
encontrar en el coraje, ternura,
y en la humildad, firmeza...
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