Muy alto allá en la montaña
se oye un grito lastimero,
es el quejido soberbio
de quien al hombre trajo el fuego.
Atado con duros hierros,
no es alboroto ni es juego.
Sólo las aves lo escuchan...
¡Liberen a Prometeo!
Escondido como pudo
trajo la llama en un junco,
las artes, la medicina,
y todo lo que allí le cupo,
en un mapire tejido,
muy útil aunque muy feo.
Sólo las aves lo escuchan...
¡Liberen a Prometeo!
Por dar lumbre a los humanos
causó la furia del gran Dios
y él mismo lo ha encadenado
porque supone un mal mayor
dar a los hombres sapiencia
para curar sus mareos.
Sólo las aves lo escuchan...
¡Liberen a Prometeo!
Como atraparlo no basta,
para quitarle la maña,
han puesto un buitre filoso
a que le coma las entrañas,
como es titán no se muere,
yo no lo sé, no lo creo.
Sólo las aves lo escuchan...
¡Liberen a Prometeo!
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