Como carne de membrillo
tiembla al aire una canción,
leo con el corazón
una fecha en el anillo.
Siempre novio. Andalucía.
Tiembla la voz que no es mía
es Rafael de León.
Y el aire que lento sopla,
del coro de la plazuela,
me va trayendo esta copla
que sabe a menta y canela.
Derrama plata y canela
el faro de los veleros.
A los rubios marineros,
serrano, ¿me das candela?
va preguntando La Lirio.
La respuesta es un martirio
de acordeones morenos.
La noche de la Bahía,
que plata pone en las velas,
esta copla me traía,
dulce como la mistela.
De tu landó de marqués
sale una voz con corona,
y es el pueblo, Rafael,
en la radio de cretona.
Dalia de Sevilla,
chistera y patilla.
¡Ay! pulsos que sangran,
rosa de la Alhambra.
Clavel en la boca
para Malvaloca,
se muere de celos
la cal de mis huesos.
Moneda de oro,
caballito moro,
capote de grana,
anís de Parrala.
¡Ay! fuente de amor,
dímelo por Dios.
Se viste de negro
la cal de mis huesos.
¡Ay! voz ronca de aguardiente
que mancha los mostradores,
que seca los surtidores,
que detiene la corriente.
Como rosa del Genil
ninguna tarde de abril
la niña vuelve a la fuente.
La Bizcocha sabe el nombre,
era Lirio aquel tesoro,
por el que ha pagao un hombre
cincuenta moneas de oro.
¡Ay! quicio de mancebía.
¡Ay! duda del no y el sí.
¡Ay! menta y ajonjolí
que a los hombres sonreía.
Blanca cal, verde persiana,
asomada a la ventana
una reina parecía.
Tu recuerdo es una faca,
que me hiere y que me ahoga,
lo repite en una placa
esta copla de Quiroga.
Víctor Jara canta Somos cinco mil, el poema que escribió durante su detención en el Estadio que ahora lleva su nombre, horas antes de su asesinato; todo esto gracias a una inteligencia artificial que ha intentado captar la esencia de su voz y de su obra.
La semana pasada se celebró en la amable ciudad portuguesa de Setúbal el mercado de música iberoamericana EXIB, un evento que se ha destacado tradicionalmente por su poder para crear conexiones, amistades y oportunidades de negocio.