Cuando los hallaron por casualidad
nunca imaginaron que ellos continuaban amándose,
envueltos en el polvo de su antigua fe.
Cuando el sueño eterno brutal se los llevó,
ellos con su abrazo dijeron que querían seguir amándose:
"…yo te amo hasta los huesos y aunque no haya piel".
Se abrazan más allá de los finales,
luego del último adiós
como ofrenda a la memoria de un amor que no acabó.
Tal como en altar muertos cambian duelos por color.
Calaveritas de azúcar
que en medio de la penumbra endulzan
todas las lágrimas del alma.
Calaveritas de azúcar
que en medio de la penumbra endulzan
todas las lágrimas del alma.
Amarse bajo tierra no es amarse a media voz,
jamás se hizo una ofrenda a la leyenda de estos dos enamorados,
curarles con tequila y cempasúchil su dolor,
cantarle a las estrellas bajo un árbol
desde el cielo mexicano.
Con tu nombre en la frente
y ojos brillantes de lentejuelas,
llena de vida la muerte vuelve por la vereda de incienso y velas.
Salió de la cantina la Catrina al balcón
por una serenata en que mariachis
de esqueletos cantan:
Calaveritas de azúcar…
Cuando los hallaron por casualidad
nunca imaginaron que ellos continuaban amándose.
"…yo te amo hasta los huesos y aunque no haya piel."
El cantautor y poeta extremeño Pablo Guerrero, autor de A cántaros, murió a los 78 años en Madrid tras una larga enfermedad; su obra unió canción, poesía y compromiso político durante más de medio siglo.
En un Palau Sant Jordi abarrotado, Joaquín Sabina se despidió de Barcelona con un concierto que fue al mismo tiempo un inventario de vida y un abrazo multitudinario a través de veintidós canciones que, tras más de medio siglo de carrera, ya no le pertenecen solo a él.