Oiga, doctor,
devuélvame mi depresión,
¿no ve que los amigos se apartan de mí?
dicen que no se puede consentir
esa sonrisa idiota.
Oiga, doctor,
que no escribo una nota
desde que soy feliz.
Oiga, doctor,
devuélvame mi rebeldía,
ahora que a la carta ceno cada día
y viajo con American Express,
algunas de las cosas,
oiga, doctor,
que imaginaba odiosas...
¿sabe que están muy bien?
Oiga, doctor,
esta vez le falló la acupuntura,
¿acaso no le pago las facturas?
déjeme como estaba, por favor,
oiga, doctor,
a ver si tengo cura,
solo quiero ser yo
y ahora parezco mi caricatura.
Oiga, doctor,
devuélvame mi fracaso,
¿no ve que yo cantaba a la marginación?
devuélvame mi odio y mi pasión,
doctor, hágame caso,
quiero volver
a ser aquel payaso
con alas en los pies.
Oiga, doctor,
devuélvame mi excitación,
llevo ya cinco meses sin una erección,
incluso en un gimnasio me inscribí
pero no me curaron,
oiga, doctor,
cada miembro me hincharon
menos el viril.
Oiga, doctor,
esta vez le falló la acupuntura,
¿acaso no le pago las facturas?
déjeme como estaba, por favor.
Oiga, doctor,
que ya no se me empina,
desde que me mandó
tener cuidado con la nicotina.
Nada de disimulos,
la cumbre se me está
clavando por momentos en el culo.
El cantautor y poeta extremeño Pablo Guerrero, autor de A cántaros, murió a los 78 años en Madrid tras una larga enfermedad; su obra unió canción, poesía y compromiso político durante más de medio siglo.
En un Palau Sant Jordi abarrotado, Joaquín Sabina se despidió de Barcelona con un concierto que fue al mismo tiempo un inventario de vida y un abrazo multitudinario a través de veintidós canciones que, tras más de medio siglo de carrera, ya no le pertenecen solo a él.