Son casi las seis
como cada mañana
y la cabeza me da vueltas de campana.
La vida huele a serrín
y a sueldo de camarero
y las demás blasfemias me las dejo en el tintero.
Y desafina
un nido de ruiseñores,
pero tú tranquila, ya vendrán tiempos peores.
Y se deshace la coartada de la noche, señor juez;
y lloran las recién casadas condenadas a saber,
y en callejones sin salida se suicida un acordeón.
Y la mecánica del rocanrol del despertador
llamando a cumplir la ley,
y yo poniéndome el jersey
con ganas de perder el tren
de las seis de la mañana
(no pienso levantarme esta semana).
Ding-dong, las seis de la mañana;
(el astro rey nos ha salido rana).
Otro domingo y otro
lunes más que agoniza,
y otro martes y otro miércoles de ceniza;
así que si te cruzas,
guapa, por mi camino
no pises mis zapatos de gamuza azul marino.
Y las ovejas descarriadas trasquiladas al redil;
y el virus de la madrugada corta como un bisturí;
y en hospitales sin memoria escayolan un corazón
en el quirófano del rocanrol del despertador
llamando a cumplir la ley,
y yo quitándome el jersey
sin demasiadas ganas de vivir
a las seis de la mañana
(no pienso levantarme esta semana).
Malditas seis de la mañana
(el astro rey nos ha salido rana).
Padre nuestro que estás
en los hoteles de paso,
en las ojeras, en las sábanas y en los vasos.
Son las seis y nunca de la mañana:
cuando se pican los que ya no tienen nada que rascar
(a las seis de la mañana);
y se desvelan los que lo han soñado casi todo ya
(a las seis de la mañana);
y las ovejas descarriadas trasquiladas al redil
(a las seis de la mañana);
y el beso de la madrugada escuece como un bisturí
(a las seis de la mañana);
y los carteros sólo dejan propaganda en el buzón
(a las seis de la mañana);
y los políticos estrenan la sonrisa de almidón
(a las seis de la mañana);
y se desdice la coartada de la noche, señor juez
(a las seis de la mañana);
y las esposas engañadas se acostumbran a perder
(a las seis de la mañana);
y el sol cobarde de las tardes tarda siglos en morir
(a las seis de la mañana);
y los semáforos al rojo mal de ojo de Madrid
(a las seis de la mañana);
y se afeitan los que nunca tienen nada que soñar
(a las seis de la mañana).
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