De fuego y de terciopelo
Para liberar el pensamiento,
para hacer que cabalgue el viento
y se ría de las fronteras.
Para fecundar con cada verso
llevado por el viento del norte
un nuevo universo posible.
Para compartir soledades
y aprender a enderezar los escudos
cuando vienen tiempos de barbarie.
Para murmurar o gritar,
prender almenaras en la noche
y arrancar el corazón del olvido.
Para vivir el ahora y el aquí
y también el mañana por la mañana
y el siglo cuarenta y cuatro.
Para, si conviene, perder el norte,
y navegar lejos del puerto
burlándonos de la Muerte.
De fuego y de terciopelo
quiero las palabras.
De fuego y de terciopelo
quiero las canciones.
De fuego y de terciopelo,
la melodía que alza el vuelo.
De fuego y de terciopelo,
la voz que esparce alegría y penas.
Para morder, acariciar,
y, si es necesario, polinizar
las palabras que yacen en los libros.
Para mantener el deseo vivo,
y allí donde hay ceniza, el rescoldo
de una cicatriz ardiente.
Para que el horror cierre el pico,
para dar imágenes al ciego
y arsénico a las certezas.
Para inventar un nuevo color
y para plantar una semilla
que no germine con el miedo.
Para cogerte de las manos
y acompañarte unos instantes
o quizás toda la vida.
Para, sin moverte de la cama,
viajar en un tren nocturno
que te lleva hasta el infinito.
De fuego y de terciopelo
quiero las palabras.
De fuego y de terciopelo
quiero las canciones.
De fuego y de terciopelo,
la melodía que alza el vuelo.
De fuego y de terciopelo,
la voz forjada en el crisol.
Para salpicar de fuego el gris
de la cárcel, y llevar una sonrisa
a quienes sufren el exilio.
Por la ternura, el combate,
la danza, y también el estallido
violento de lo inesperado.
Para ofrecer el lobo al cordero.
Para que no se borren nunca
los sueños de la niñez.
Para jugar a dados con el azar,
en pleno desierto encontrar un mar
y alumbrar como un faro.
Para hacer pequeños a los gigantes
y tratar de incrustar unos granos
de arena en ciertos engranajes.
Para que la imaginación
nunca pida perdón
al poder ni a la razón.
De fuego y de terciopelo
quiero las palabras.
De fuego y de terciopelo
quiero las canciones.
De fuego y de terciopelo,
la melodía que alza el vuelo.
De fuego y de terciopelo,
la voz que embriaga como el alcohol.
(Si un poeta es lo suficientemente astuto
para mezclar el fuego y el terciopelo,
para un músico es un juego
extraer el terciopelo del fuego.)