Relato 2
La llama del oro recorre la tierra de Chile del mar a los montes y comienza el desfile desde el horizonte hacia el Puerto, el magnético hechizo despuebla Quillota, desgrana Coquimbo, las naves esperan en Valparaíso.
Creciendo a la sombra de sauces flexibles nadaba en los ríos domaba los potros, lanzaba los lazos, ardía en el brío, educaba los brazos, el alma, los ojos, y se oían cantar las espuelas cuando desde el fondo del otoño rojo bajaba al galope en su yegua de estaño: venía de la cordillera, de piedras hirsutas, de cerros huraños, del viento inhumano, traía en las manos el golpe aledaño del río que hostiga y divide la nieve fragante y yacente y lo traspasaba aquel libre albedrío, la virtud salvaje que toca la frente de los indomables y sella con ira y limpieza el orgullo de algunas cabezas que guarda el destino en sus actas de fuego y pureza, y así el elegido no sabe que está prometido y que debe matar y morir en la empresa.
Lo cuentan los viejos de noche al brasero y es como si hablara el estero, la lluvia silbante o en el ventisquero llorara en el viento la nieve distante porque de Aconcagua partió en un velero buscando en el agua un camino y hacia California la muerte y el oro llamaban con voces ardientes que al fin decidieron su negro destino.