Se levanta muy temprano
con todo el día por delante.
Y da vueltas por la casa,
estorbando en todas partes.
Se anuda al fin la corbata,
en tiempos tan elegante.
Lo mismito que un pincel
el viejo se echa a la calle.
Con el pan debajo el brazo
visita todos los bares.
Tomás, ponnos unos tintos
que invito a las amistades.
A voces arregla el mundo
y a voces, aunque se pase,
pontifica de los toros,
de la liga y del cante.
"Si las cosas, ya le digo,
soplaran con otros aires,
y aquella maldita guerra
como acabó no acabase,
ni aquí estaría yo ahora,
ni usted. Y lo más probable
es que la tortilla misma
la vuelta tendría que darse".
Y suspira con nostalgia
de aquel que todo lo sabe.
Y una mirada a esa niña,
que la edad no mata el hambre.
Hoy es día veintiocho
y la pensión viene tarde.
"A los viejos, ya le digo,
lo bailao no nos quita nadie".
Con un vinito en el cuerpo
el viejo a su casa se abre.
Ella lo espera en la puerta.
"Menudo cuerpo me traes".
Comen los dos en silencio.
De vez en cuando una frase
rompe las cuatro paredes.
"¿Decías algo?¿Me hablaste?".
Son tantos años de oírse
que no saben escucharse.
"¿Sabes algo de los chicos?"
"El mayor llamó ayer tarde".
Pasan el tiempo en silencio.
Después de comer no salen.
Luego cenan y ven tele
un ratito y a acostarse.
Si las cosas, es verdad,
soplaran con otros aires.
Si la sombra del olvido
con el tiempo no arrastrase
recuerdos que en este otoño
dejan huérfano el paisaje,
otro gallo cantaría,
quizá no sería tan tarde.
Y suspira con nostalgia
de aquel que todo lo sabe.
Y una mirada a esa niña,
que la edad no mata el hambre.
Hoy es día veintiocho
y la pensión viene tarde.
"A los viejos, ya le digo,
lo bailao no nos quita nadie."
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