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Canción para un maño (o El campesino)


Versión de Georges Brassens
Versión de Eva Dénia
Versión de Miquel Pujadó
[Versión de Paco Ibáñez]
(Adaptación: Pierre Pascal)

Canción para un maño

Es para ti este cantar
tú, maño, que sin hablar
me diste leña el día aquél
que el frío me hería la piel.
Tú que me diste leña en vez
de rechazarme a puntapiés
cuando la gente del lugar
no me quiso junto a su hogar.

Un braserito sólo fue
para mi cuerpo una ilusión
pero alumbró mi corazón
más que fallas en San José.
Tu, maño, cuando has de llegar
a la hora de la verdad
que te lleve el enterrador
al cielo si hay Dios.

Es para ti este cantar
tú, cantinera que sin hablar
me diste pan el dia aquel
que me vi en huesos y piel.
Tú que me diste pan en vez
de rechazarme a puntapiés
cuando la gente del lugar
reía de verme ayunar.

Un bocadito, no fue más,
para mi cuerpo una ilusión
pero llenó mi corazón
más que un milagroso maná.
Tú, cantinera al llegar
a la hora de la verdad
que te lleve el enterrador
al cielo si hay Dios.

Es para ti este cantar
tú, forastero, que sin hablar,
me sonreíste el día aquél
que me vi delante del juez.
Tú que me sonreíste en vez
de rechazarme a puntapiés ,
cuando la gente del lugar
ya me quería apedrear.

Una sonrisa, no fue más ,
para mi alma una ilusión
pero aromó mi corazón
más que las hierbas de San Juan.
Tu, forastero al llegar
a la hora de la verdad
que te lleve el enterrador
al cielo si hay Dios.


[Versión y adaptación de Ángel Parra]

El campesino

Es para ti este cantar,
tú, campesino que sin hablar
me distes leña el día aquel
que el frío me iba a matar.
Me distes fuego aquella vez
en que galanas y galanes,
los bienpensantes de salón,
cerraban sus puertas sin ver.
Pequeño fuego sólo fue,
pero mi cuerpo calentó
y en mi alma arde hasta hoy
como un verdadero volcán.
Tú, campesino, morirás,
el panteonero te llevará
y ante el padre celestial
te encomendará.

Es para ti este cantar,
tú, caserita que sin hablar
me diste pan el día aquel
que no tenía de comer.
Y compartiste tu ración
cuando galanas y galanes,
los bienpensantes de salón
se burlan de mi delgadez.
Sólo un trocito de pan fue,
pero mi cuerpo calentó
y en mi alma arde hasta hoy
como cena de gran señor.
Tú, cantinera, morirás,
el panteonero te llevará
y ante el padre celestial
te encomendará.

Es para ti este cantar,
tú, forastero, que sin hablar
sonreíste con emoción
cuando me llevan a prisión.
Tú no aplaudiste el día aquel
que galanas y galanes,
los bienpensantes de salón,
gozaban con mi detención.
Me diste un poco de tu miel
pero mi cuerpo calentó
y en mi alma arde hasta hoy
como en verano arde el sol.
Tú, forastero, morirás,
el panteonero te llevará,
y ante el padre celestial
te encomendará.


[Traducción a partir de la adaptación al catalán de Miquel Pujadó]

Canción para un campesino


Es para ti esta canción,
tú, el campesino de aquel rincón,
que me diste leña, cuando
el frío ya me estaba congelando.
Tú, que me calentaste las manos
cuando los habitantes de los alrededores
-la gente decente, la gente de dinero-
me había dejado en la calle.
No fue un fuego muy brillante
-sólo un puñado de ramitas-
pero aún arde dentro de mi
como una hoguera de San Juan.

Tú, campesino, cuando mueras,
cuando te vayas al Más Allá,
que quien te entierre, por un bajo precio
te lleve hasta Dios.


Es para ti esta canción,
tú, la patrona de aquel rincón,
que me diste un pedazo de pan
después de mucho tiempo de ayuno,
y me abriste tu despensa cuando
los habitantes de los alrededores
-la gente decente, de camino recto-
disfrutaba viéndome sufrir.
No fue más que un pedazo de pan,
pero me calentó el corazón,
y me alimentará hasta la muerte
como una especie de maná.

Tú, patrona, cuando mueras,
cuando te vayas al Más Allá,
que quien te entierre, por un bajo precio
te lleve hasta Dios.


Es para ti esta canción,
tú, el extranjero de aquel rincón,
que me sonreíste con tristeza
cuando se me llevaron detenido.
Tú, que no aplaudiste
cuando los habitantes de los alrededores
-la gente decente, todo el rebaño-
se reía viéndome maniatado.
No fue más que un poco de miel,
pero me calentó el corazón,
y brillará en él hasta mi muerte
como brillan los astros en el cielo.

Tú, extranjero, cuando mueras,
cuando te vayas al Más Allá,
que quien te entierre, por un bajo precio
te lleve hasta Dios.







 
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