Comentarios
Es un hermoso poema de mi padre: Francisco Amor, al que, siendo adolescente, le puse una melodía sobre el ritmo del candombe porteño o barilón. Mi padre vivió muchos años en Montevideo y conoció a fondo las llamadas y la vida y costumbres de “los morenos”, tal y como denominaban los hermanos uruguayos a los negros. Cuenta en el poema de los aquelarres, del influjo del tambor calentando la sangre de aquella gente hasta llegar al paroxismo entre el latido de las lonjas y el cimbrar de las caderas.
En el bello lenguaje de su poesía, mi padre mezcla la sensualidad de una raza cautiva que a través del ritmo se evadía de cadenas y servidumbres, para regresar, aunque sea por un rato, a su África lejana.
Es mucho lo que los negros han aportado a la música de América. Concretamente, en Buenos Aires, tanto como en Montevideo, somos receptores de esa herencia; motivo por el que en cuanto leí el poema de mi padre sentí que debía acompañarlo con ritmo de candombe y porteño, porque eso es lo que soy.
El candombe porteño es lo que llaman comúnmente milonga, un ejemplo claro es Taquito militar, de Mariano Mores, o, en una referencia anterior, China de mazorca, de Blomberg y Maciel.
Este tema me acompaña desde que era “una joven promesa” hasta hoy, que soy un “veterano cantautor”.