Puños de barro
ella convierte en oro todo cuanto toca.
Cabello oscuro como ébano,
esbelta figura que te insinúa vamos, tócalo.
Apenas diecisiete primaveras, y verás,
que pronto acabaron con su pobre inocencia.
Entre estilistas, peluquerías, no muy feliz,
pero dejó de ser tan cría y aprender a sonreír.
Viajaba mucho y no siempre pudo ir con su padre.
Aquel hombre la acompañó por todos lares.
Y se sentía un poco sola, la verdad,
pensó que necesitaría algo que la relajara.
Los sueños se marchitan cuando el tiempo pasa,
la luna no es sincera y ya no te mirará.
Siempre luchando con puños de barro,
pidiendo auxilio ante esta soledad.
Ya no podrá ni respirar...
Poco a poco se derrumba en la inmensidad.
Ya no le queda nada, nada, nada...
Ya no le queda nada por lo que luchar.
Poco a poco fue encontrando las drogas,
poco a poco empezó a cambiar.
Ella tonta, pensaba, esto me toca.
Ella tonta no se supo escuchar.
Un día su jefe se acercó: 'Estás despedida.
Ya no buscamos gente como tú, así que tira'.
Pero el jefe hizo un gesto extraño,
ella tuvo que hacer horas extras en el baño.
De rodillas, humillada y con cargo de conciencia,
al menos con trabajo, ya conocéis esta ciencia.
Tu dignidad aquí no vale un duro.
Eres un trozo de carne y sólo vale tu felpudo.
-Estribillo-
Entre coca y trabajitos ya vivía en el baño,
olvidó sus inicios hace ya unos años,
pero el destino tan cruel hizo una llamada
y su pobre madre había sido asesinada.
Por las manos de su padre.
No entendía tanta tortura,
¿existe la justicia,
o venderse a la locura?
Papá, de veras,
no entiendo que lo hayas hecho.
Papá, en serio,
ya sólo verás un techo.
Y con el alma destrozada, fiesta en fiesta, bar en bar,
fue pasando de la coca a otras cosas.
Ella tan bella e inocente aquellos años
que se quedaron encerrados en los baños.
Todo a peor y al final una mañana,
la hallaron muerta, tumbada, en su cama.
A su alrededor una botella de vodka,
tranquilizantes y una rayita de coca...
-Estribillo-