Un adiós salvaje


El ruido de una hoguera recién apagada
dejando las cenizas bailar con el frío,
un surco profundo pintado en la arena.
¡Mistral ha caído, erguido!

Alcanzo a recordar cierto abrazo nocturno,
el breve espacio inerte entre tú y mi espalda,
las mangas recogidas, los labios heridos,
el cielo sucumbe, rendido.

Pretendo escaparme un poco más, pero despacio,
debatiendo entre mis pasos y un vacío malnacido,
vuelvo a la sobriedad
del vencido.

Y un adiós salvaje,
el epitafio de haber sido más,
respirando el aire
que ha quedado sin oxígeno al final.

Dibujar el norte
de una celda sin ventana ni prisión,
condenado precio de una pena
que no se puede pagar.

Un viaje de ida, redonda tu letra,
las cartas de nadie han llegado en silencio,
los hombros encogidos, las leyes del alma,
el tiempo está herido…
¡y aguarda!

Pretendo evocarte un poco más,
pero esperando
derrumbar todos los muros y saltar hacia el vacío.
Pienso en la libertad de estar vivo.

Y un adiós salvaje,
el epitafio de haber sido más,
respirando el aire
que ha quedado sin oxígeno al final.

Dibujar el norte
de una celda sin ventana ni prisión,
condenado precio de una pena
que no se puede pagar.

Derrotarse en vida,
condenarse a los silencios sin pensar,
esquivar caminos de una huida
que no mira hacia atrás.

La quietud de un mimo,
el escenario de una orquesta sin tocar,
el espacio inerte y unos labios
que no quieren ya besar.

Las puertas se abren, los puños se cierran,
andares de viento y venas abiertas,
un saco de preguntas y pocas respuestas,
y todo se acaba…
¡y empieza!


Writer/s: Dani Tejedor