Nuevo CD
Joaquín Calderón. «Anfibiótico-Anverso»: Pura música en libertad
Sevilla es una ciudad mágica que siempre ha logrado sorprenderme, y no por el tópico "proturístico" de "su color especial", sino por su música y por sus grandes creadores.
Sevilla es una ciudad mágica que siempre ha logrado sorprenderme, y no por el tópico "proturístico" de "su color especial", sino por su música y por sus grandes creadores.
Portada del CD «Anfibiótico-Anverso» de Joaquín Calderón.
Joaquín Calderón
© Alicia Albarrán
Joaquín Calderón
Estaba yo entusiasmado con mi amigo granadino Carlos Cano —al que hasta llegué a escribirle su primera biografía—, y el 20 de diciembre de 1975 —en el Teatro Lope de Vega de Sevilla—, descubrí y me "enganchó" Benito Moreno con su Romance al Lute, sus Rimas de Bécquer, su Ra, ra, ra —que sigue siendo la sintonía de "El Larguero"—, sus Sevillanas eróticas o su pasodoble España huele a pueblo, que llegó a cantarlo hasta el mismísimo Manolo Escobar, en 1991.
Se empezaba a hablar del nuevo rock progresivo y con raíces, y, en 1969, se me colaron en vena, primero Smash, y luego Jesús de la Rosa y los chicos de Triana, Gong, Goma o Alameda... Poco pudo sorprenderme después la "movida madrileña".
Me iniciaba en el flamenco y aparecieron por un "lao" Menese y Gerena —de Puebla de Cazalla—, y por otro, Gualberto —de Smash— que consiguió impactarme y revolucionar mis percepciones "jondas", fusionando su sitar con el cante de Agujetas, o con Juan el Lebrijano en Detrás de las estrellas; ... y, en el 72, Dolores Montoya Rodríguez y Manuel Molina Jiménez (Lole y Manuel) —buenos amigos y buen rollo en muchas tardes y madrugadas en el Quiosco de las Flores.
Y parecía que la "canción de autor" tocaba a su fin y en "La Carbonería", de Sevilla, descubrí y me entusiasmé con Alfonso del Valle, que es "la hostia".
Y podría seguir dando más nombres de músicos sevillanos que han sido fundamentales en mi vida...
... El último, hace pocos años y, sobre todo ahora, con su nuevo disco Anfibiótico-Anverso, Joaquín Calderón, que es pura música, y que encima, cuando se lo propone, compone, escribe e interpreta grandísimas y extraordinarias canciones.
Canciones como Mirándote, de su último disco, que es un tema para guardar en un lugar seguro —el de las "canciones imprescindibles"—; y poder tenerlo siempre a mano —o mejor, a oído— porque en cualquier momento puede servirte de "salva vidas"; de "salva heridas"; o, sencillamente, de "paracetamol musical", especialmente indicado para cuando uno tiene resaca de amores, o para cuando los amores, o los desamores, duelen...
Os copio la letra de esa canción; pero advierto que, para que surjan sus efectos, hay que escucharla... Yo ya no sé cuantas veces he acudido a ella y ¡os lo aseguro! siempre me ha producido efectos "estimulantes".
«Miro la cara que tienes cuando estas dormido
Ocupas tu espacio robando casi siempre el mío
Me pego a tu espalda y respiro el aire de tu oído
Me fijo en tus manos que aprietan un puño vacío.
Te espero deshecho, igual te espera el pijama,
Recojo tus pelos y busco un dragón en tu cama,
Si te canto un cuento a menudo me cambio de acera,
Y paso la noche soñando que la paso en vela.
Mirándote, mirándote, mirándote, mirándote...
Escucho la calma, respiro y me saco de adentro,
Escupo la rabia, te pienso y mastico el momento.
Recojo juguetes me lamo y relamo tu viento,
Dedico un segundo a pensar quién robó nuestro invento.
Mirándote, mirándote, mirándote, mirándote...»
Anverso es el disco de Joaquín Calderón que estábamos esperando; no podía ser otro; hacía algo más de cinco años que no había grabado para si mismo, y estaba —pienso yo— "abarrotao" de música y de canciones propias que ya empezaban a hacérsele incontenibles.
Durante esos más de cinco años Joaquín no ha cesado de realizar un trabajo magnífico y ejemplar de producción, arreglos y dirección musical para compañeros y compañeras; es decir, más de cinco años, sin parar, inmerso en la música; dándolo todo en sensibilidad y en sonido para los demás; y viviendo con intensidad la experiencia mágica, y a la vez cansina y agotadora del estudio de grabación. Y ¡claro!, tenía que llegar el momento de decir: "¡Y ahora me toca a mí!... Ahora yo me lo compongo, me lo escribo, me lo produzco, me lo arreglo, me lo dirijo, me lo toco y me lo canto... ¡ya es hora!...; y que me acompañen buenos amigos y buenos músicos como: José Mena, Chacho Martín y Jordi Gil —a la batería—; Fernando Lamadrid y Rafa Torres —con los bajos— y Marcos Munné, Migue Rivera, Alfonso Langa —que no falte— y Tote King.
Y le tocó... Y lo hizo... Y el resultado es Anverso que en realidad es como una explosión; como, si de pronto, en once canciones, hubiera explosionado, por una parte, toda la música y toda la sensibilidad que Joaquín lleva dentro —que es muchísima—; y, por otra, todo el arsenal de "palabras-vida" que atesora y sabe hilvanar —o de "semillas "que sabe sembrar—, como quiere, y para quien quiere, en cada una de sus canciones.
«Detrás de mis palabras estás tú
y no te das ni cuenta
no guardo nada que no hayas tocado tú
pasa y cierra bien la puerta
No sé dónde colocarme para que me veas tú
Repleto de semillas voy por ti
sembrado de argumentos
si me despisto un poco no encuentro la luz
me alumbras al momento
Lamo tu lengua como un animal
me trago tus verdades
te mando besos que no se si llegarán
a poblar tus soledades
No sé dónde colocarme para que me veas tú».
("Para que me veas")
Dicho todo lo anterior, debería, por mi parte, no decir más; tal vez recomendarle —a quien no lo haya escuchado— que lo haga; sin embargo me voy a permitir dos breves apuntes:
Anverso es una nítida expresión de esa magia que se produce cuando de verdad la palabra se hace música; no se trata aquí de musicalizar textos, o de acompañar a la guitarra o a la batería a un cantante en su interpretación; en Anverso la música toma la palabra y surge libre, viva, espontánea, improvisada, sin condicionamientos, sin géneros ni estilos, a veces melancólica, en ocasiones emocionada, rotunda, luminosa, explosiva, mimosa, acariciadora, enamorada, e incluso irresistiblemente sexuada..., y eso sí, en todo momento, brillante, muy brillante.
Anverso es, a la vez, una expresión poética libre, en la que la palabra es un instrumento para jugar con sentimientos, sensaciones, vivencias, contradicciones, sin sentidos, rabias, ombligos, pijamas, espadas blandas y espaldas acariciadas, ausencias, sutilezas, querencias hasta los huesos, corazones de mazapán, reconstrucciones, telarañas, latitudes, formas de amar, puños en la boca, el derecho y el revés del alma, reivindicaciones, agua con sal, "cristo" con mil llagas, serpentinas, macho y maricón, antojos, mordidos... y deseo de amor, mucho amor..., mirándote, mirándote, mirándote...
Si a todo ello añadimos lo buena voz de Joaquín y la claridad de su dicción, pues a mí casi no me queda más que decir...; solo un detalle: a partir de Anverso, he dejado de ser "fan" de Joaquín; ahora presumo y me honra sentirme su amigo.
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