Lídia Pujol o el poder de seducción
 
 Concierto: Lídia Pujol. BarnaSants
Lugar: L'Auditori. Barcelona
Fecha: 11 de enero de 2008
Yo que he andado ya lo mío y que he creído ya estar de vuelta de todo y teniendo la certeza de que pocas cosas podrían sorprenderme, me he visto asaltado por lo inesperado.
Yo que amante de la trova, conocedor de Silvio y anclado (gustosamente, dicho sea de paso) en los contenidos de la trova cubana, así como de algunos excelentes trovadores tanto nacionales como extranjeros pensé que pocas cosas podrían ya pillarme de sorpresa.
Yo que valoro tanto y tanto las letras de las canciones, que huyo de la mediocridad comercial, que rechazo un porcentaje elevadísimo de la música que suena por los medios por no ver en ella mensajes que merezcan la pena resulta que voy a ver a Lídia Pujol (recomendado por un amigo) y quedo extasiado como el niño delante de los elefantes en el circo.
Y es que poco sabía yo de esta artista, de manera que todo lo que vi en “Els amants de Lilith” fue muy nuevo. Tan nuevo como elegante, serio y enriquecedor.
Nada queda al azar en esta obra músico-teatral, nada. Todo está representado y realizado de un modo casi diría que perfecto, dramático a veces, simpático otras y siempre medido y estudiado de forma magistral.
Y es que si excelente es la voz, el gesto, la palabra, la música no se queda atrás. Realmente primorosa la música del espectáculo.
La voz presenta registros muy variados y sorprendentes, pero el gesto con el que Lídia domina el escenario y a los espectadores es quizás lo que más me llamó la atención. El escenario es suyo, el recinto entero es suyo y nuestras miradas también. Es dueña y señora de todo, de nuestras emociones y nuestras sonrisas, y quizás haya sido ese saber hacer lo que más me sorprendió, porque Lídia Pujol demostró no ser solo una buena intérprete de canciones, sino una artista como la copa de un pino. Un lujo del que estamos muy exentos en Cataluña desde hace demasiado.
Me llamaron la atención muchas cosas, pero una de ellas fue la presentación de sus músicos. Un acto que para muchos resulta un compromiso medio obligado, resultó en Lídia un acto de excelso y admirado cariño, quizás algo exagerado pero me pareció sincero.
En fin, que retendré en mi mente esta “Lilith” por mucho tiempo y por si me dejé algo o me pasó inadvertido deberé ir a verlo de nuevo. Felicidades a todo el equipo por tan brillante realización de un espectáculo mucho más que digno.
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