Sobre los tejados
una voz sureña canta,
sobre un laberinto
concreto y sin fin
de tejas desahuciadas.
Fue necesario
que una canción se me escapara;
los campanarios
celosamente me disparan
con el letargo las campanas.
En cualquier parte puede pasar
que te desborde algún recuerdo
o alguna historia que vino del mar
sobre un lírico silencio,
de repente
se detienen los segundos,
se hace urgente
darle al viento lo que es suyo.
Dejad que el canto
embriague al mundo.
Sobre una cornisa gravita un gorrión
y me siento tan pequeño,
es un astuto y travieso ladrón
sabe y me roba lo que siento.
No hubo salida
busqué refugio en mi guitarra mientras se iba,
sin rumbo el vuelo levantaba;
fui un prisionero tras la ventana.
Sobre los tejados viejos de Valladolid
una voz sureña canta.
(1982)
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