Rap-sodia de mis 50
por el cual fui enviado al mundo
y haciendo mi balance les diré
que estoy feliz con lo que he hecho
y lo que a mí me han hecho.
He conseguido todo, o casi todo
lo que quería este pecho.
He reído, llorado, amado, odiado,
querido, respetado, apreciado y consultado,
sospechado, denunciado, maltratado,
moreteado, encarcelado, fusilado,
exiliado y retornado.
Esto es muy importante que lo sepan,
yo mismo he estado: enamorado, enojado,
esperanzado, destrozado, curado, trasnochado,
casado y separado, arrejuntado
y de nuevo entusiasmado.
Muchas veces he sido abrazado y besado,
calentado, enfriado, lengüeteado, masturbado,
acariciado y apretado, pellizcado y atracado,
traicionado, abandonado, aliñado y masticado.
No lo digo pa’ quejarme ¿quién me quita
lo comido y lo bailado?
Lo que no hace todo el mundo: he cantado,
afinado, recitado, tamboreado, zapateado,
escobillado, muchas veces en el piano
me he sentado.
Yo mismo he sido tímido y lanzado,
cohibido y liberado, aniñado, descarado,
nunca nunca aburguesado:
el dinero no ha alcanzado.
He fumado y me he drogado, fui acusado
juzgado, sentenciado, condenado, perdonado,
traducido y editado.
He tenido pereza, dolores de cabeza,
he lavado en artesa, arrendado una pieza,
tomado cerveza debajo de la mesa
con una tonta lesa.
No es secreto para nadie que he perdido, ganado,
luchado, claudicado, asustado, arrancado,
dejando todo botado.
Y todo esto, mis amigos ¿para qué?
Atención, ahora se los diré:
dejar de oír y de leer, de comer y de beber,
languidecer, palidecer y no sentir
ni la emoción, ni la pasión,
mucho menos la erección,
perder total la dirección.
Igualito a esta canción condenada
como tú, como ella, como él,
a desaparecer, a fenecer, a perecer,
en términos vulgares se dice fallecer,
y me van a cantar, a llorar, a pelar, a quemar, enterrar,
glorificar, desmitificar, a cobrar
los cuatro centavos que pude juntar
y no alcancé a gastar.
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