Octubre dulce
(Raimon)
que lentamente esparcía al azar.
Laurel, abedul, olmo, haya, castaño,
recibían gualdas, verdes, ocres, rojos.
Un viento ligero movía las hojas,
llenaba un sonido suave el aire claro,
mórbida luz velaba la mañana.
¿Cómo olvidar tal momento de gozo?
Recuerdo bien el lejano ruido,
breve pisar de vida de ciudad,
cercado falso del tráfago humano,
cojín callado de la hora y lugar.
Paseando gozaba del buen tiempo
acomodado con todo mi entorno,
Pasado y futuro no estaban presentes
el instante que huye mi vida colmaba.
Escuché voces casi junto a mí
la última parte de un largo diálogo.
-Vente conmigo,
nada te haré que no quieras que te haga.
-No.
-¿Por qué?
-Porque no te conozco aún lo bastante.
-Quizá sea un modo de conocerme más.
Vente conmigo,
nada te haré que no quieras que te haga.
-Soy muy joven y tengo mucho tiempo.
-Pero yo no lo tengo. Ahora el tiempo
me tiene él a mí.
Vente. Donde tú quieras.
Conmigo.
-Mis manos hallan gusto
acariciando tus cabellos.
-Que ya blanquean.
-Tus ojos tienen miradas
de sorpresa y deseo,
son miradas de niño.
-Te doblo en edad.
-Besas con fuerza y ternura a un tiempo.
-Tus pechos son pequeños y están llenos.
Tu piel es como la uva.
-Pareces limpio
y me gusta el olor de tu cuerpo.
Me abrazas y te abrazo.
Aquí apoyados en el tronco del árbol
hemos de parecer una rara pareja.
-Vente conmigo,
nada te haré que no quieras que te haga.
-No. No te conozco bien, ya te lo dije.
Se hace tarde.
Tengo que irme.
-Aún no. Quédate.
-Adiós.
-Adiós, dulzura y juventud.
Tus ojos tienen el color
que guarda el sol de la mañana
entre las ramas altas de los árboles.
-Adiós, hombre.
-Adiós, chica.
No podría, ni quiero, quitarme de los ojos
el colorido de árboles que he visto.
Bella canción que aún no ha sido cantada,
danza lejana que no se bailó.
Érase una vez un niño pequeño
de ojos muy abiertos y un oído despierto.
Y este niño, ingenuo y angustiado,
vive en el cuerpo precario de un hombre.
Dulce octubre colores encendía
que lentamente esparcía al azar.
Laurel, abedul, olmo, haya, castaño,
recibían gualdas, verdes, ocres, rojos.
(1987)
Traducción: Miquel Pujadó
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