Novedad discográfica

Edulibra. De cómo la palabra y la música se construyen mutuamente «a abrazo partío»

por Fernando G. Lucini el 12/06/2013 

Hoy voy a dedicar este artículo a otro joven "cantautor" de los que han conseguido atraparme musical y sensorialmente. Hay quienes piensan —y a veces me lo dicen— que soy "hombre fácil" en esto de sentirme atrapado por la "canción de autor"; os puedo asegurar que no; lo que pasa es que con aquello que escucho, que no me gusta, que no me parece bueno, o que me deja insensible, prefiero no hablar, es decir, no decir nada. Después de todo ¿quién soy yo para criticar o juzgar a nadie?... Ahora bien, lo que descubro que me emociona, y que me parece que tiene calidad, lo proclamo a los cuatro vientos justificando mi entusiasmo y, por supuesto, con toda mi alma.

Portada del disco «La máquina deseante» de Edulibra.

Edulibra presentando su disco.

Ilustración de Rosa Tortosa que acompaña, en e libreto del disco, a la letra de la canción «Todo es mentira».

Edulima y Alex Martínez en N del T

Pues bien el "cantautor atrapador" del que deseo hablaros hoy se malla Eduardo Griñán "EDULIBRA".

Mi encuentro con su música y sus canciones ha sido lento y progresivo. Escuché su primer disco hace unos meses y me gustó mucho, luego lo he visto y le he sentido cantar un par de veces, y en la última —que fue en la pequeña sala N del T, de Madrid— su música y sus canciones consiguieron finalmente seducirme de forma irremediable; tanto que ayer mismo iba en el metro escuchando su disco La máquina deseante(2012) y me pasé de estación, fue justo en el momento en que cantaba aquello de «Gira tu mundo / que todo te cambia / no te quedes quieto / renueva esa savia».

Con este primer disco de Edulibra he revivido una experiencia perceptiva que ya he experimentado con anterioridad pero que no es demasiado frecuente. Normalmente cuando hablo de "canción de autor" hago referencia a aquello de que en ella "la palabra se hace música" —y es cierto, porque es uno de sus fundamentos e identidades—; pero en casos como el que protagoniza Eduardo a esa afirmación es imprescindible darle un matiz diferenciador.

En La máquina deseante y, en general, en el trabajo de composición y de interpretación que realiza Edulibra, la palabra y la música "no se hacen la una a la otra", sino que surgen al unísono e inseparables —"se hacen entre sí mutuamente"—, sincronizando latidos; "ensambladas, compartiéndose, potenciándose"...; y juntas, —"a abrazo partío"—, es como si emprendieran, en cada canción, una misma trayectoria en la misma dirección: la estimulación de los deseos, de los sentidos, de las emociones.

Palabra y música "amarraditas" y funcionando —como a Edulibra le gusta— como si fueran una "máquina deseante": "respirando, caminando, luchando, forjándose lejos de las imposturas, aprendiendo a amar, a desear, a buscar lo que más conviene, lo que nos da alegría y al mismo tiempo nos hace crecer". Palabra y música construyéndose, la una a la otra, para abrirnos de par en par a la vida real, y desafiándonos a vivir felizmente aunque tenga que ser "fuera de la ley".

Y todo cuanto acabo de decir, o sea, todo cuanto encierra y aglutina la obra musical y "cantora" de Eludibra tiene su origen, desde mi punto de vista, en que nos encontramos ante un creador al que le fluye la música y la sensibilidad de forma espontánea y a borbotones; un creador creado en la música —le fascina la música brasileña y se nota—, y que, además, domina perfectamente el arte "guitarrero". ("Guitarrero —le diría Alfredo Zitarrosacon tu cantar me vas llenando la luz del alma").

También hay que decir y destacar que en la grabación del disco La máquina deseante, Eduardo ha sabido rodearse de compañeros músicos de tremenda calidad como Jesús Gea Marcos "Trules" (contrabajo), Antonio García Lupo (trompeta), Abrahán García Blanco (percusión), o Dj Tano (scratch). (No quiero olvidarme, aunque en otro contexto, de Rosa Tortosa por sus ilustraciones, diseño y maquetación de la obra).

Pero hay algo más en las canciones de Edulibra. Es evidente que en ellas queda reflejado como él —personalmente— se hace y canta de lo que vive, de lo que percibe en su entorno, y de lo que la vida y el entorno le hacen sentir; pero hay algo más —algo que para mí es una exigencia para toda aquella persona que optan por el camino de la creación y de la comunicación— y es que, a ese sentido de la cotidianidad —de la"vivicidad"— se une, en él, la sabiduría adquirida de la lectura y de la reflexión.

Por ejemplo, este joven cantautor me ha sorprendido y me ha conducido, casi incondicionalmente, a su terreno —o sea, ha logrado engancharme—, cuando de repente en sus conciertos me cita a Erich Fromm, y me habla del libro El arte de amar; quizá uno de los libros que han sido más fundamentales en mi vida, junto con El miedo a la libertad. Pero además la cosa no queda ahí, en una cita —pura y dura erudición que no convence—, ¡no!...; sino que tras la cita va y me canta una canción en la que, con ese mismo título: El arte de amar, es capaz de "musica-verbalizar" el complejo y profundísimo pensamiento de Fromm:

«Un río,

un libro,

un camino,

un hermano

una señal de stop,

parar,

respirar,

saludar,

hablar,

besar,

caminar,

ceder,

pedir,

dar,

respirar.

En blanco,

en negro,

escribir,

soñar,

tachar,

rescribir,

repetir,

volver.

Que quiero,

que quieres,

me gusta,

te asusta,

señal de stop,

parar,

respirar.

Deseos,

necesidades,

momentos,

sin prisa,

calma.

Ahora,

y de niños,

ahora,

de grandes,

parar de pensar

y respirar!

ME PREGUNTAS

DE QUÉ TE VALE

POR AMOR AL ARTE

NO GANO MÁS

QUE APRENDER

EL ARTE DE AMAR.

Lo fácil,

difícil,

sus cadenas

las mías,

ofensas,

defensas

caras

y espejos.

Enredos,

placeres,

abrazos

y líos.

Soltar,

ceder,

parar,

respirar».

("El arte de amar")

Podría seguir hablando y escribiendo largamente sobre de las canciones de Edulibra y sus referencias vitales y sociales —cantautor puro—: Un mundo nuevo, El progreso, Deja huella, La soledad del corredor de fondo, Vuelvo a mí, Pasa el tiempo o Todo es mentira, pero por hoy no quiero alargarme más —ya habrá tiempo—... O voy a dejar con su canción Todo es mentira y con un guiño final:

El guiño al que antes hacía referencia está dirigido a Alex Martínez, que mimó el sonido en el último concierto de Edulibra en N del T y que le acompañó a la guitarra en una de sus canciones.


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