19 Festival BarnaSants 2014
Pala, la trova exótica de BarnaSants
Acostumbrados a escuchar trovadores de otros países no más cercanos pero sí más conocidos por estos lares, me sorprendió ver alguien de la hermosa Colombia en este festival de canción de autor.
Acostumbrados a escuchar trovadores de otros países no más cercanos pero sí más conocidos por estos lares, me sorprendió ver alguien de la hermosa Colombia en este festival de canción de autor.
Carlos Palacio «Pala» en el Harlem Jazz Club de Barcelona.
© Xavier Pintanel
Es seguro que existen trovadores en Venezuela, Colombia, Paraguay o Panamá, por citar solo unos ejemplos, pero yo no tengo la suerte de conocerles y de ese escaso conocimiento mío es de donde nace el exotismo, de ninguna otra reflexión sale tal adjetivo, puesto que lo que hace Pala es tan trovadoresco como la más fina y delicada trova cubana, con cosecha propia y muchos matices pero igual de hermosa y trascendente.
Hay que decir que Pala no tuvo demasiada suerte. La sala presentaba una pobre entrada de público, en su mayoría colombiano y a pesar de eso, también algo más frío de lo que podía preverse de la tierra caliente origen del vallenato, pero la hora temprana del concierto, un cierto desconocimiento del artista y la coincidencia con otros conciertos importantísimos ese mismo día, le hizo un flaco favor a Pala.
Pero esa situación adversa no le restó nada de entrega, de felicidad, de entusiasmo y se dio al público sin importarle en absoluto ese detalle. Le honra esa actitud tan profesional y tan franca.
Podría hablar mucho de Carlos Palacio "Pala" porque su canción puede ser objeto de análisis intenso y desmenuzado por grandes analistas y filósofos, por pensadores y poetas, por sociólogos e intelectuales, porque pocas veces un trovador me ha explicado tantas y tantas cosas tan diversas desde un escenario en tan poco tiempo.
A partir de su libro de sonetos Pasacintas, fue recitando sus poemas previos a la canción que sonaría después. Ambas cosas resultaban de una claridad y de una fortaleza que resultaba apabullante.
No recuerdo un artista que no haya cantado al amor en algunas de sus canciones. Algunos lo hacen hasta la extenuación. Amor y desamor son las armas de muchos y también las de Pala, pero él habla de una idea de amor más universal, mas de amor entre personas y pueblos y no tanto de amor de pareja. Canta a su ciudad entre risas y lágrimas:
Esta cosa extraña de cargar a las montañas en el maletín,
este amor sencillo que me cabe en el bolsillo de cualquier bluyín,
este largo cuento cuyo pálido argumento son las flores de Caín,
sepa Dalai-Lama que se llama Medellín.
Lamenta la superficialidad de las gentes, lo fáciles que somos de moldear y de dejarnos llevar por modas.
Adelgatrón, Abdominex,
liposucción con lodo
baba de grillo, fajas con electrodos
ay, ay, ay, ay, ay, ay
astuto el que vende y burro el que cree todo.
Desprecia el orgullo y añora autenticidad y verdad ante tanta mentira. Pala es un descreído. Tampoco la religión o quizás solo los que se supone que la conducen se libran de su descrédito y no hablemos tampoco de los poderosos, esos que tienen dinero.
Con la fe de los niños
hacen fiesta los magos.
Con el miedo a la muerte
Monseñor hace estragos.
Alguien siembra la caña,
alguien muerde el anzuelo.
Donde hay carne hay pirañas
donde hay oro hay banqueros.
Suena suave. Las canciones son más susurradas que gritadas. Para decir verdades no hace falta gritar demasiado, supongo. La guitarra suena bien y para los que nos gusta que nos cuenten cosas con sentido y nos hagan pensar un poco, escuchar a Pala es un lujo que nadie debería perderse.
Cuentan que hace ya años, un tal Silvio Rodríguez le dedicó su canción Vida a Pala y a su pareja. Como dice él mismo en una de sus canciones Esto vale todo, sobre todo ahora que andamos todos huérfanos ante la pérdida de uno de los más grandes: Santiago Feliú.
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