NUEVO CANCIONERO Y DISCOGRAFÍA
Marina Rossell
Marina Rossell
© Xavier Pintanel
Creo que fue leyendo a Giambattista Vico, el filósofo napolitano, donde encontré por primera vez la idea de que la palabra "lex" provenía de las reuniones en que los antiguos habitantes de Italia se juntaban para recoger bellotas. Era ese tiempo añorado en que todavía se llamaba a las cosas por su nombre. Pues bien, como en esas reuniones se tomaban acuerdos, se acabó denominando también "lex" a dichos acuerdos, que luego se transformarían en normas consuetudinarias.
Escuchando hace unos años a José Manuel Pérez Prendes, ilustre historiador del Derecho, conocí asimismo que las primitivas XII Tablas en que los romanos escribieron su primera normativa legal contenían leyes que casi eran canciones, tanto por su ritmo interno como por la seguridad de quien, ejercitando su "actio" al estilo ciceroniano, las pronunciaba y usaba para sentar cátedra y dictar reglas comunes. Desde que conozco a Marina Rossell he tenido la sensación de que su voz se produce con la "auctoritas" de uno de aquellos legisladores romanos:
Cum nexum facit manciopiumque,
uti lingua nuncupassit,
ita ius esto. (Ley de las XII tablas, VI, 1, a)
("Al crear obligación o propiedad, lo que la lengua diga, así será la ley". Yo lo traduciría de otro modo: Cuando se crea un vínculo que nos atrapa o nos capta por medio del verbo, lo que se nos entrega, es sagrado).
Y es que la voz de Marina, segura, convencida, respetable, nos conduce de la mano, por decreto, al imprescindible encuentro con la poesía (imprescindible en cualquier época, pero en ésta que vivimos más aún). La fuerza antigua e indescifrable de la oralidad tiene en la capacidad que ella demuestra para emitir, la clave para emocionar. Hay muy pocas voces que tengan esta cualidad. Muy pocos cantantes que convenzan tan inmediata y firmemente, y que de forma tan natural creen una complicidad con el oyente o el espectador antes de que a éste se le ocurra ejercitar su derecho a aceptar o rechazar lo que está oyendo.
No es ningún secreto que para triunfar en el mundo de la comunicación —y la música es Arte que se comunica— es tan importante sentir como decir bien lo que se siente. Sólo así es posible que esa comunicación caracterice y perpetúe el estilo de un cantante. Sólo así se consigue convencer y emocionar al tiempo. Esa cualidad ha convertido a Marina Rossell en una intérprete única cuyo timbre, cálido y confidencial, es capaz de denunciar la injusticia más flagrante con el tono más seductor.
Y lo más importante: es capaz de compartir con todos ese universo —voluntariamente artístico y revelador— con una generosidad que nos implica y nos obliga.
Gracias, Marina. Querida, admirada, personal y única Marina.
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