Los amantes de Lilith
Poniéndonos en una simplificación en la que seguramente ni yo mismo estaría de acuerdo podríamos decir que en la historia reciente de la Trovaduría en español existen dos formas esenciales de concebir un espectáculo en directo: la chilena y la cubana. O, si ustedes lo prefieren, la transandina y la caribeña.
La primera, evidentemente influenciada por Víctor Jara —hombre de teatro al fin y al cabo— cuida la escenografía, la luz, el gesto, el vestuario. Todo está ensayado, el azar, si viene, sabe a lo que viene. Si uno asiste al mismo concierto en dos días consecutivos, efectivamente asiste al mismo concierto. El espectáculo muchas veces tiene un guión. Las canciones no están es éste o aquél orden casualmente. Tienen un objetivo. Puede ser subir la tensión emocional, cambiar el ritmo, mantenerlo. Muchas veces suele haber también un hilo conductor: un hecho histórico, un poeta, cualquier excusa.
La segunda es Caribe. Aseré, qué bolá. Acabo de cambiar las cuerdas y por eso se me desafina la guitarra. Hoy llueve y por eso se me desafina la guitarra. La guitarra es prestada y por eso se me desafina la guitarra. ¿Alguien ha visto mi cejilla? Llevaba un papel pero lo he perdido. ¿Me traen un ron? ¿Qué quieren que les cante? Hoy estreno canción y no sé cómo va a salir.
No digo que un estilo sea mejor que el otro. Eso será tema de otro artículo, otro día. Pero todos estaremos de acuerdo que el segundo modo es mucho más frecuente y copiado que el primero. Y es por eso, porqué lo escaso es más valioso que lo común, que cuando aparece alguien como Lídia Pujol presentando un espectáculo, uno se lo toma muy en serio.
Para quien no la conozca, Lídia es una mujer muy vinculada al teatro. Pone su voz cultivada y afinada al servicio de la inflexión para interpretar además de cantar. Sabe a donde va y siempre llega. Tiene una boca grande y cuando sonríe cierra los ojos para que la sonrisa sea todavía más grande y se contagie. Su gesto anda sincronizado a su voz para transmitir el entusiasmo de lo que hace.
Bueno, pues resulta que la Pujol anda presentando un nuevo disco y espectáculo titulado "Els amants de Lilith" (Los amantes de Lilith). Lilith es según la tradición cabalística, la primera mujer de la Creación, hecha por Dios del barro y a su imagen y semejanza. Lilith es expulsada del paraíso por Adán, al rebelarse cuando ésta no quiere tomar un papel secundario e intenta hacer el amor poniéndose encima de él. Adán la substituirá por Eva, sumisa y hecha esta vez no del barro primigenio si no como subproducto de las costillas del primer hombre.
"Els amants de Lilith" tiene su origen en un viaje por los pueblos de Cataluña, Valencia y Mallorca, a la búsqueda de canciones populares de transmisión oral. Lo que comenzó como un tipo de investigación, acabó convirtiéndose en una verdadera sorpresa: Lídia escuchó unas canciones terribles, extraordinarias. Canciones de abusos, de incesto, de asesinatos, de violencia de género. Canciones que hablan de casos que leemos, todavía hoy, cada día en los periódicos. "Els amants de Lilith" habla de mujeres. De mujeres ultrajadas, de mujeres que ultrajan; mujeres que aman hasta la muerte y más allá de ella; mujeres poderosas y mujeres débiles.
Dice Lídia que ella también es Lilith, la mujer rebelde que no se quiso someter a Adán; y a la vez Eva, la mujer hecha a la medida del hombre.
Con estos materiales la Pujol construye un sólido espectáculo, atando una canción a la siguiente, sin concesión al aplauso, cuidando el mínimo detalle, vestuario, luz, atrezzo, gesto, música, arreglos, guión y Lilith como hilo conductor. Un espectáculo medio teatral, medio musical, funambuleando por la fina línea que separa ambos géneros sin miedo a saltar de ella porque al cabo teatro y música, Lilith y Eva, son dos caras de la misma moneda.
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