Festival Mestiza Música de Buenos Aires 2015
Fernando Cabrera y Kevin Johansen: una noche de heterodoxia musical en el Mestiza
Entre los cruces de estilos y lenguajes que propone el Festival de Música Mestiza, la jornada que protagonizaron anoche Fernando Cabrera y Kevin Johansen en el teatro Coliseo enfatizó el valor de la originalidad y heterodoxia musical, sea en un caso para erosionar el formato tradicional de la canción o, en el otro, para combinar rítmicas, letras y temperamentos de diferente procedencia.
Entre los cruces de estilos y lenguajes que propone el Festival de Música Mestiza, la jornada que protagonizaron anoche Fernando Cabrera y Kevin Johansen en el teatro Coliseo enfatizó el valor de la originalidad y heterodoxia musical, sea en un caso para erosionar el formato tradicional de la canción o, en el otro, para combinar rítmicas, letras y temperamentos de diferente procedencia.
Kevin Johansen y Fernando Cabrera.
Télam/Mariano Suárez - Tras la apertura del encuentro, el miércoles, con la guitarra flamenca de Tomatito y la armónica de Franco Luciani, la segunda noche reservó el espacio de la presencia internacional al cantautor uruguayo Fernando Cabrera que ya es una figura regular de los escenarios de los dos márgenes del Río de la Plata.
Al principio ubicado en ciertos rincones de la música de culto y reducido al lugar del músico admirado por otros músicos, Cabrera conquistó hace tiempo un importante reconocimiento popular sin renunciar a su formato intimista y a la densidad de sus textos.
Opera en su música una primacía de la palabra sobre la melodía y el ritmo y una vocación por empujar –cuando esos textos lo imponen— los contornos de la estructura de la canción para que ese continente no se convierta en un fórcep involuntario que limite la poesía.
Con esa intención subyacente, Tiempo muerto, estandarte de aquel álbum El tiempo está después (2004) inauguró la noche de Cabrera en el Coliseo, que transitó por diferentes épocas de su recorrido iniciado a fines de los ’70.
Hubo citas más lejanas en el tiempo como Méritos y merecimientos (1983) y también del último trabajo del cantautor, entre ellas, Buena madera.
La heterodoxia en el trabajo del letrista y poeta a veces importa la necesidad de más de una escucha de cada canción para digerirla y diseccionarla con la atención con la que fue construida, pero, cuando esas mismas composiciones se instalan en el oído popular –es el ejemplo de Dulzura distante, acaso su canción más replicada— esa misma complejidad compositiva constituye su fuerza.
La presentación en soledad de Cabrera sobre el escenario fue continuada por un formato potente y colectivo encabezado por Kevin Johansen.
El vocalista estuvo acompañado por Enrique Roizner (batería), Juan Manuel Álvarez (bajo y coros), Andrés Reboratti (flauta, saxo, glockenspiel), Nicolás Said (saxo y flauta), Maximiliano Padín (charango, ronroco, cavaquinho y guitarra), Sebastián Massolo (guitarra eléctrica), Lucas Espina (percusión), Pedro Oneto (teclado y acordeón) y Mariano Massolo (armónica).
La propuesta de Johansen se encuadra más dentro del formato canción tradicional, aunque macerando elementos donde, casi en forma obligada (pero no forzada), combina elementos y salta de géneros para apropiarse de todos y no afirmarse en ninguno. Y vaya eso —en su caso— como un elogio.
Johansen y su formación (The Nada) también atravesaron diferentes tiempos históricos de la formación y entregaron temas como Ni idea, El círculo, Cumbiera intelectual, Desde que te perdí, Amor finito, para terminar como bastoneros de una noche de baile popular con el público sobre el escenario.
El Festival de Música Mestiza continuará hoy en el Coliseo (M.T Alvear 1125, desde las 21) con una prometedora velada que incluirá al trío del pianista Carlos Aguirre en combinación con dos pesos pesado de la música latinoamericana: Hugo Fattoruso y Edgberto Gismonti. El cierre será el sábado con Dulce Pontes y Lidia Borda, cruzando —una vez más— la canción portuguesa con el tango.
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