De cuchara y tenedor


Era un día cualquiera
en que no tenía plan
ni comida en la nevera
y me fui de restorán.
Me acerqué al que tengo enfrente
que aunque pica un poquitín
dicen que tendrá una estrella Michelín.

A la hora de los postres,
sin temor al qué dirán,
discutiendo si el descostre
del helado del coulant
debe hacerse con cuchara
o es mejor el tenedor,
se gritaba una pareja con agror.

¡Vivan los de la cuchara,
muerte a los del tenedor!
voceaba aquella chica
con un grito atronador
y su novio la imprecaba
en mitad del comedor
¡Muerte a los de la cuchara,
vivan los del tenedor!

A mí que estos exabruptos
no me caen ni bien ni mal,
y sé que, como el eructo,
son un tema cultural,
no pensé que aquella escena
que creí sentimental
iba a hacer que allí se armara la mundial.

Pronto todo el mundo estalla
con aquella discusión
y en un campo de batalla
convirtieron el salón,
tenedores y cucharas
disparando al alimón
una lluvia de croquetas de jamón.

¡Vivan los de la cuchara
muerte a los del tenedor!
Jaleaba un exaltada
a los de su alrededor,
y pinchándole en el culo
le espetaba otro señor
¡Muerte a los de la cuchara
vivan los del tenedor!

Un cuantos transeúntes
asomados al cristal
empezaron – no preguntes –
a increparse en general
y al minuto ya corría,
como llama en secarral,
por las calles un gran odio visceral.

Que si el tenedor usurpa
a la cuchara su función,
que si tiene ella la culpa
de la mala digestión.
El país se fue encendiendo
y en la red cada facción
proclamaba fervorosa su opinión.

Toda Europa sufre un cisma
aún peor que el de Aviñón,
gente abriéndose la crisma
con inquina y aversión,
nadie entiende de familias,
amistad o religión,
los cubiertos son la nueva filiación.

¡Vivan los de la cuchara
muerte a los del tenedor!
Cada bando se atribuye
ser el gran libertador
y Occidente, como siempre,
regurgita su rencor.
¡Muerte a los de la cuchara
vivan los del tenedor!

De regreso hacia mi casa,
donde apenas se les ve,
al amparo de unas cajas,
dos mendigos encontré
que, ignorando lo ocurrido,
con los dedos – fíjense –
rebañaban una lata de paté.

Aún se oían las soflamas
recorriendo la ciudad
de cretinos que difaman
y se arrogan la verdad,
y me dio una bofetada
la implacable realidad:
mientras haya pobres no habrá libertad.

Hasta que no detengamos
el vals de este mundo cruel
y con tino repartamos
las riquezas que hay en él,
seguirán los del cuchillo
dadivando el oropel
y quedándose los trozos del pastel.

¡Vivan los de la cuchara
muerte a los del tenedor!
Todavía gritan muchos
emperrados en su error
y, por más que los escucho,
no aminora mi estupor.
¡Tontos los de la cuchara
tontos los del tenedor!


Autor(es): Marc García Arnau

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