Las trompetas de la fama


Yo era muy feliz en el anonimato
bucólico, pachón, sereno, timorato
tratando de vivir sin hacerme notar
dormía en mi jergón como un oso polar.
Alguno se acercó a fin de aconsejarme
que a la gente común debía de entregarme
so pena de caer en la mediocridad
tenía que aventar toda mi intimidad.

¡Trompetas de la fama que
desafinadas parecéis!

Faltándole al pudor, precepto milenario,
¿debo acaso en favor del bien publicitario
decir con quién y cuándo y en qué posición
me pierdo en el estupro y la fornicación?
¡Si yo comienzo a hablar veréis cuántas astutas
Penélopes serán tratadas como putas,
cuántos amigos me retiran su amistad
y cuántas puñaladas me vendrán a dar!

¡Trompetas de la fama que
desafinadas parecéis!

Si toda exhibición la veo antojadiza
es por mi timidez que casi es enfermiza
aparte de mi harén y el bueno del doctor
nadie ha de ver mi órgano reproductor.
¿Acaso por tener honor de semental
debiera de tañer mi parte genital
o izarla igual que en el altar con devoción
el cura eleva el pan de la consagración?

¡Trompetas de la fama que
desafinadas parecéis!

Aquella noble que permite asiduamente
que le haga aquello que se le hace a poca gente
adrede me pegó estando en su colchón
parásitos de la más baja condición.
¿Con qué derecho yo, para obtener la fama,
podría socavar la honra de esta dama
diciendo por ahí que las suyas no son
ladillas de alta alcurnia y gran reputación?

¡Trompetas de la fama que
desafinadas parecéis!

Loado sea Dios, pues tengo un buen acuerdo
con el padre Duval, vicario de mi pueblo,
los dos nos respetamos para nuestro bien
yo puedo decir mierda y él decir amén.
¿Por qué tendría que, si es algo que me agobia,
contar que lo pillé asiéndole a mi novia
los muslos mientras ella sin disimular
buscaba en su tonsura liendres que aplastar?

¡Trompetas de la fama que
desafinadas parecéis!

¿A quién de alrededor conviene que me zumbe
a fin de que el tambor del éxito retumbe?
¿tendría una mujer famosa que intentar
robarle a mi guitarra su íntimo lugar?
Y para solazar a los que me reclaman
¿quién me permite ir a hombros de su fama,
qué dama sin tabúes me revelará
la entrada de su cueva de Alí Babá?

¡Trompetas de la fama que
desafinadas parecéis!

¿Podría ser mayor el ruido que provocan
estas trompetas si yo fuera un poco loca,
si, como tantos hoy, me diera por perder
aceite y me moviera igual que una mujer?
No creo que les valga a estos relamidos
que juegue yo al amor con roles invertidos,
ni que eso dé a mi gloria un aire singular
la sodomía no me viene a compensar.

¡Trompetas de la fama que
desafinadas parecéis!

Con esta colección de mil y una recetas
que a buen seguro son afán de las gacetas
regreso como dice mi primer renglón
a una vida feliz cantando esta canción.
Y si os parece bien la digo de corrido
y en otro caso pues que muera en el olvido
tratando de vivir sin hacerme notar
regreso a mi jergón como un oso polar.

¡Trompetas de la fama que
desafinadas parecéis!


Autor(es): Georges Brassens

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