El sacrificio de Tupac Amaru
pintando fantasmas en los roquedales cerca de Cuzco.
Huyendo de los vientos fríos
se diluía la madrugada,
era la hora en que el canto de los gallos
cava la mina del alba.
Sombra de soldados
ascendían hacia la meseta,
llevando a José Gabriel Condorcanqui, al jefe de los comuneros de Tinta
el Tupac Amaru
el cacique de la comunidad quechua,
corpulento,
de honda voz vigorosa,
el hombre tierra que decidía por muchos
el anhelo de todos:
Libertad.
Entre las peñas,
ponchos escondidos espiaban los movimientos del opresor.
José Gabriel Condorcanqui fue sentado sobre una piedra grande
junto a un poste donde sería ajusticiado
con el procedimiento de vil garrote.
Una cuerda sujetaría su cuello
y el torniquete daría vueltas en manos del verdugo.
Comenzó la ejecución
pero la cuerda
se trizó,
quizás gastada.
Muchos años después
el poeta Abreu Gómez
transcribiría el comentario de Tupac Amaru:
"hará falta mucha cuerda
para ahorcar a todo un pueblo".
Fue entonces -y ya el sol reinaba sobre las cumbres-
cuando José Gabriel fue sujeto con lazos en sus extremidades
a cuatro caballos
cuyos jinetes, a una orden
tirarían
hacia los cuatro puntos cardinales.
La honda voz del cacique
no pidió ni clemencia
ni favores.
Sólo crines al viento del Ande
y un sonido de espuelas
prontas a herir ijares para cumplir una barbarie,
para despedazar un corazón estaqueado.
Un gran testigo,
un eterno testigo,
el sol.
Y detrás de las peñas
un puñado de ojos rasgados,
desesperadamente fijos en el hombre querido,
en el amado Tatai de los indios comuneros.
De pronto,
la orden.
Sin voz que temblara, sin dios que la enmudeciera,
sin un soplo de alma buena capaz de detenerla.
Y la voz
estalló como una campana de muertes,
enemiga del sol y de las piedras
enemiga del verdor del maíz que se mecía en las laderas
valle abajo.
Ni un cóndor en el aire.
Ni un rastro de vicuña.
Só1o
el viento en el Ande.
Concluido el suplicio,
recogidos los lazos,
ellos fueron descendiendo la meseta
instantes después,
desaparecían entre los pajonales
como pumas hartos.
José Gabriel Condorcanqui quedó ahí,
como un cántaro roto entre las piedras.
Pero el viento
aprendió a decir su nombre
y lo repitió en todas las quebradas
por todo el Tawantisuyu
-los cuatro rumbos de la América india-
Tupac Amaru
Tupac Amaru
Tupac Amaru
¡Oh! Pachamama
tú serás la miel
huyó de ti por
nunca más volver.
Fue aquí
sobre esta sierra de granito donde el cóndor se ha dormido
aprisionado
pero nunca abatido.
Tupac Amaru
Tupac Amaru
Tupac Amaru.
Cuatro caballos en cruz
una mañana de vientos
cuatro jinetes de sombra
cuatro fantasmas sedientos.
Tupac Amaru
Tupac Amaru
Tupac Amaru.
Se fueron durmiendo callados
silencio despedazado
por cuatro potros en cruz.
¡Oh! Pachamama
tú serás la miel
huyó de ti por
nunca más volver.
¡Oh! Pachamama
¡Oh! Pachamama.
Sangre del sol en las piedras
sangre de sol
Sangre del indio cobrizo
sangre de sol.
Sin un grito
silencioso
como una inmensa verdad en los siglos, durará
al Curaca de los Andes
lo ensancharon en libertad.
Sangre del sol en las piedras
sangre de sol
Sangre del indio cobrizo
sangre de sol.
Corazón de la noche
la quena te ha ganado
ayuyuy noche oscura
ayuyuy noche oscura.
Éramos muchos gritos
y quedamos callados.
Sus ojos no nacían
silencio ensangrentado
pobrecitos los indios
en silencio lloraron.
Corazón de la noche
la quena te ha ganado
ayuyuy noche oscura
ayuyuy noche oscura.
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