Décimas (72): En Las Palmas (o Pienso al llegar a Las Palmas)

Pienso al llegar a Las Palmas
que un biombo divide el cielo;
diviso que lleg’ al suelo,
y a mi corazón da calma.
Se ha despega’o mi alma
de compromisos chilenos;
por esos mares ajenos
yo soy un punto en la tierra,
como sería en la guerra
un punto cada guerrero.

Con el volar de los días
me doy cuenta qu’estoy sola,
más qu’esa gran barcarola
que me lleva mar arriba.
Con tanta ida y venida
se pierd’ el compañerismo,
cada cual tiende su abismo
como lo estima y conviene.
Ya juntos no s’entretienen,
florecen los egoísmos.

Pelean por los asientos,
el grande apabulla al chico,
los de bolsillo más rico
vomitan su atrevimiento.
Va creciendo el descontento
al punto de hacer llorar.
Tarde me vengo a fijar,
que con justa alevosida
en callejón sin salida
Dios me quiso castigar.

Acurrucá’ en un pasillo
trajino en mi pensamiento
paseando por los doscientos
chilenos que van conmigo.
Se miran como enemigos
con la largura del viaje,
con la igualdá’ del paisaje
y con el tanto pesca’o
cocí’o, frito y asa’o,
como abundante talaje.

Hasta por una manzana
s’enojan las señoritas;
de mala gana revistas
se pasan cada mañana.
El barco es una campana
de mil badajos humanos
qu’empiezan desde temprano
a repicar insolente.
Yo escucho cual penitente
con la cabez’ a dos manos.