Apuntes para mi muerte
amo la vida en su esplendor
viviendo en su interior.
Pero la posibilidad
de dejar de vivir está
como el amanecer.
Si un día muero irremediablemente,
sin terminarlo todo,
o al menos lo que me corresponde,
quisiera que lo poco que tenga
se utilizara al máximo.
No espero ver mi cuerpo estacionado
en esa hora en que acabó
el movimiento de sus huesos
hundan sus manos en mi piel
y experimenten con mis vísceras.
No espero verme en un ataúd
cubierto de trapos y luego de cal.
Quisiera un cuerpo picado en mil trozos
por hombres dignos de hallar el vivir,
por hombres dispuestos a no sucumbir,
llevando la vida al límite mayor.
He amado mucho.
Nada pedí y nada pretendo pedir para mí.
Lo que resulte será para ustedes
que seguirán renaciendo por mí.
A quien me amó más acá de la luz
guarde mi foto en el bolso de andar,
llore en el día del aniversario,
en la hora en que no diré el último adiós.
A quien haya llegado hasta el fondo de mi hombre,
sencillamente olvídeme.
A mis amigos les pido vivir
toda la vida que quede ante mí,
toda la muerte que no haya podido matar
con mis manos, mi sueño y mi voz.
Que no haya canciones, ni duelo, ni adiós,
que nadie se pare a contar que me vio
arrastrando el alma hacia encima de dios,
mordiendo una flor y pidiéndole amor.
A quien no entendió mi forma de estar
recomiendo mirar hacia el fondo de sí.
Mire bien, pues quizás hubo alguna que otra presencia
que no se advirtió por temor.
Que nadie se calle todo lo que fui,
lo hermoso y lo triste que engendra un perfil
centrado en los años mediados del cerdo
y del hombre que un día esperamos nacer.
(1971)
A Renato Descartes
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