La melodía del atardecer
Al atardecer, los gorriones se adormecen,
las sombras engordan,
la luz alza el vuelo.
Al atardecer, el viento frío y parlanchín
nos trae por el aire
canciones de cuna.
Y el sol, rojo de vergüenza,
cuando sale su amada
tan blanca y elegante,
se larga pitando
y, escondiéndose, la espía
hasta que se hace de día,
algo triste y con el corazón palpitante.
Y la luna, sentada
en una chimenea,
recuerda cuando yacía
en colinas aireadas,
y para animarse,
y para hacerse subir la moral,
charla con los gatos.
Y un murciélago
despierta de repente
a las farolas de la ciudad,
que guiñan el ojo
a parejas que caminan
con las manos unidas
por sueños, ternura y duendes.
Y la sopa en las mesas,
espera humeante
que alguna cuchara
le toque el ombligo.
El abuelo explica cuentos,
el perro bosteza
Y el sueño aparece dando pellizcos.
las sombras engordan,
la luz alza el vuelo.
Al atardecer, el viento frío y parlanchín
nos trae por el aire
canciones de cuna.
Y el sol, rojo de vergüenza,
cuando sale su amada
tan blanca y elegante,
se larga pitando
y, escondiéndose, la espía
hasta que se hace de día,
algo triste y con el corazón palpitante.
Y la luna, sentada
en una chimenea,
recuerda cuando yacía
en colinas aireadas,
y para animarse,
y para hacerse subir la moral,
charla con los gatos.
Y un murciélago
despierta de repente
a las farolas de la ciudad,
que guiñan el ojo
a parejas que caminan
con las manos unidas
por sueños, ternura y duendes.
Y la sopa en las mesas,
espera humeante
que alguna cuchara
le toque el ombligo.
El abuelo explica cuentos,
el perro bosteza
Y el sueño aparece dando pellizcos.
Versión de Miquel Pujadó
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