Las ciudades y las mujeres
Las ciudades y las mujeres no son tan diferentes...
A menudo cuanto más tiernas son también más húmedas.
Puedes extraer verdades de sus mentiras
como quien extrae medicinas de los colmillos de las serpientes.
Las ciudades y las mujeres no son nada inocentes.
Penetrar en ellas no implica caballo ni ariete.
Ya no es una cuestión de asedio ni de lucha encarnizada,
pero en cuanto te adentras en ellas, los caminos de regreso
se borran detrás de ti, y escapar vivo de este baile
se vuelve para ti más difícil que poner huevos para un gallo.
Las ciudades y las mujeres no son tan diferentes...
Si de verdad deseas conocerlas a fondo,
necesitas amor y paciencia. Sus secretos y sus rincones
son infinitos, y su mapa es la rosa de los vientos:
Las ciudades y las mujeres nunca las posees del todo.
Tal vez quedes un día convencido plenamente
de que te las sabes de memoria, de que un lento proceso por fin culmina...
Suele ser justo entonces cuando el sol las ilumina
desde otro ángulo y, ya ves, te quedas mudo,
y o bien empiezas de cero o bien te declaras vencido.
Las ciudades y las mujeres no son tan diferentes...
Puedes llegar a odiarlas, encontrarlas aborrecibles,
y al mismo tiempo resultarte imprescindibles.
No intentes entenderlo ni malgastes lamentos:
las ciudades y las mujeres nunca han sido clementes.
Solamente puedes hacer una cosa: ¡vívelas, vívelas y basta!
Mientras te permitan quedarte en ellas, recorre bien su aroma,
gasta en ellas corazón y zapatos. Y piensa (pero no demasiado)
que, tan cierto como que el agua cae de las nubes al llover,
tarde o temprano, sin ti seguirá representándose el espectáculo.
Las ciudades y las mujeres...
A menudo cuanto más tiernas son también más húmedas.
Puedes extraer verdades de sus mentiras
como quien extrae medicinas de los colmillos de las serpientes.
Las ciudades y las mujeres no son nada inocentes.
Penetrar en ellas no implica caballo ni ariete.
Ya no es una cuestión de asedio ni de lucha encarnizada,
pero en cuanto te adentras en ellas, los caminos de regreso
se borran detrás de ti, y escapar vivo de este baile
se vuelve para ti más difícil que poner huevos para un gallo.
Las ciudades y las mujeres no son tan diferentes...
Si de verdad deseas conocerlas a fondo,
necesitas amor y paciencia. Sus secretos y sus rincones
son infinitos, y su mapa es la rosa de los vientos:
Las ciudades y las mujeres nunca las posees del todo.
Tal vez quedes un día convencido plenamente
de que te las sabes de memoria, de que un lento proceso por fin culmina...
Suele ser justo entonces cuando el sol las ilumina
desde otro ángulo y, ya ves, te quedas mudo,
y o bien empiezas de cero o bien te declaras vencido.
Las ciudades y las mujeres no son tan diferentes...
Puedes llegar a odiarlas, encontrarlas aborrecibles,
y al mismo tiempo resultarte imprescindibles.
No intentes entenderlo ni malgastes lamentos:
las ciudades y las mujeres nunca han sido clementes.
Solamente puedes hacer una cosa: ¡vívelas, vívelas y basta!
Mientras te permitan quedarte en ellas, recorre bien su aroma,
gasta en ellas corazón y zapatos. Y piensa (pero no demasiado)
que, tan cierto como que el agua cae de las nubes al llover,
tarde o temprano, sin ti seguirá representándose el espectáculo.
Las ciudades y las mujeres...
Versión de Miquel Pujadó
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Esta canción aparece en la discografía de
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