Spleen
duermen en el baúl de los recuerdos,
cuando las hipotecas han desarbolado
las naves que se pudren en el fondo de tantos puertos.
Cuando en pocos cerebros hay mundos por descubrir
y el viaje ha sido enterrado
sin ninguna señal, en el margen del camino,
al lado de Stevenson y de Hugo Pratt.
Cuando se ha transformado en latón
el oro de las doncellas del Rhin.
Cuando en los labios muere la canción.
Cuando bajo el asfalto no hay
ni la playa ni el futuro,
sientes como dentro de ti nace el spleen.
Cuando cotiza en Bolsa la vulgaridad
y el talento irrita al poder
porque desactiva la mediocridad,
dogma irrefutable de la nueva Fe.
Cuando quien nunca calla y nada tiene que decir
conquista la cima de la imbecilidad.
Cuando sabes que un imbécil siempre puede utilizarse
para construir un rey, un militar o un diputado.
Cuando te cansa enseñar los dientes,
poner la zancadilla, correr un esprint
para optar a los asientos preferentes.
Cuando te sabes un extraño
paseando por tu calle,
sientes como dentro de ti crece el spleen.
Cuando Talmud y Biblia y Corán han abierto
la razón en canal, y ahora se puede ver
cómo en nombre de un Cielo tan árido como desierto
oscuros ríos de sangre se va esparciendo por doquier.
Cuando sospechas que si, a pesar de todo, existe un Dios,
se emborracha demasiado a menudo.
cuando la Humanidad es un enfermo muy grave
obsesionado con la idea de suicidarse por instinto.
Cuando ves qué desastres trajeron
las ideas del siglo XX
y sospechas que el XXI
querrá ir todavía más lejos.
Cuando, cerca, el Infierno retumba,
sientes como en ti se derrama el spleen.
Cuando el adulto no cree en hadas ni en duendes
pero va contento a votar.
Cuando la verdad, e incluso los derechos,
son de quien grita y aprende a morder.
Cuando le ves la fecha de caducidad
a un planeta sucio y encogido.
Cuando siempre es momento de ir a publicidad.
Cuando el corazón se apaga y lo engulle la noche.
Cuando de cada piedra que cae
nace otro muro de Berlín,
cuando la cerradura rechaza la llave,
no hay manzana sin gusano
y el cielo gris se hace pesado,
sientes como todo en ti se convierte en spleen.
Cuando tu lengua, entre rencor, peligros,
odio, ataques, desidia, trampas
y la indiferencia de sus propios hijos,
vive la decadencia y tal vez los últimos años.
Cuando matamos el tiempo mientras esperamos la muerte,
cuando la muerte no es sino acabar
lo que empezamos al nacer, y cuando por suerte
sólo tenemos claro que no tenemos nada claro.
Cuando el viento mezcla el polvo
de Adolf Hitler y de James Dean.
Cuando notas un regusto agridulce
al evocar el ratoncillo
que parieron tus sueños,
sacas a pasear tu spleen.
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