Texto Nº 2


No, ciertamente no eran dioses. No eran Viracocha. Cuando Pizarro entró al Cuzco y junto con el padre Valverde decidieron la muerte de nuestro amado señor Atahualpa a pesar del rescate que pagamos, equivalente a tres habitaciones repletas de oro, nos dimos cuenta entonces de las verdaderas intenciones de esos hombres. Pero ya era tarde: la sangre había comenzado a derramarse y esas primeras y queridas gotas se iban a constituir después en un río inmenso que recorrería todo el continentej; y ya no habría salvación.
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