Una pizca de eternidad


Ha llegado la madrugada,
la luz llama a las ventanas…
Brindemos con rocío
a la salud de los gorriones.
Abriremos los postigos
para que el sol nos bese el pecho
y se esparzan las canciones
que tu y yo entonamos cada noche.

Cada noche, cuando las miradas
convergen en el amor
y los gatos llenan los tejados
con un dulce rumor.
Cada noche, cuando las palabras
abren las flores de par en par
y la luna nos sirve a la mesa
una pizca de Eternidad.

Ha llegado la madrugada:
el forjador infernal
ha arrinconado
la última noche de invierno.
A partir de esta albada
no sabremos qué es la oscuridad:
las tinieblas están condenadas
cuando se te ilumina el corazón.

Tenemos que facer, a golpes de ternura,
una mañana que dure años,
un gran mar de vida extendida
donde se ahoguen las trampas.
Expulsaremos los restos
de un tiempo cansado y enfermo
y ocuparemos nuestro ocio
plantando flores en el asfalto.
Versión de Miquel Pujadó
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Esta canción aparece en la discografía de
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