Festival Barnasants 2010
Javier Ruibal, uno de los grandes
Puede variar el repertorio, la instrumentación, el color de los temas, el escenario… Pero en el fondo, cada concierto de Javier Ruibal constata algo que muchos ya sabemos: que el cantautor gaditano es uno de los grandes.
Puede variar el repertorio, la instrumentación, el color de los temas, el escenario… Pero en el fondo, cada concierto de Javier Ruibal constata algo que muchos ya sabemos: que el cantautor gaditano es uno de los grandes.
La Sala Luz de Gas de Barcelona estaba llena a rebosar. Javier Ruibal apareció solo, sin artificios, sin maquillajes pretenciosos, sin adornos superfluos. Simplemente, el artista y su guitarra. La preciosa y delicada Para llevarte a vivir puso el punto de partida a un recital donde convergieron las pinceladas arábigas, los matices rumberos, las reminiscencias flamencas y los toques rockeros.
Quizás el ron con Coca-Cola que pidió y nadie le llevó le hubiera calentado el espíritu y, ya puestos, las manos, que acusaron el frío en los primeros temas. Podéis encender la calefacción, y me lo descontáis del sueldo?, bromeaba Ruibal entre tema y tema. Y tras encender los motores él sólo, con aplomo y maestría, invitó al escenario a dos músicos acompañantes: su hijo Javi, a la batería, y José Recacha, un guitarrista que, pese a su juventud, dio muestras de una enorme brillantez técnica y estilística.
Ya en formato trío, el concierto rozó la excelencia. Ruibal padre regaló al público un mesurado y elegante entusiasmo que se contagiaba, mientras hacía una gran exhibición vocal. Sus incursiones por registros agudos no hicieron mella en absoluto en su potencia y afinación, al contrario, dieron más brillo a su interpretación. Por su parte, Ruibal hijo ponía el pulso y los latidos, con unos arreglos muy bien diseñados, que en general respetaron el tono de las canciones. Y es que en una música como la de Javier Ruibal, envuelta en un halo de sutileza y poético erotismo, todos los instrumentos tienen que ir en esa dirección. Es por eso que la interpretación de Ruibal hijo, tocando mayoritariamente los platos, y siempre con escobillas, fue de agradecer, aumentando las pulsaciones de los temas y contribuyendo por momentos a crear el clímax de intensidad buscado.
Capítulo aparte merece José Recacha, el guitarrista solista que completaba el trío. Combinando guitarra española y eléctrica, el joven músico aportó una de las poquísimas cosas que se pudiera considerar que le faltan a Ruibal padre: virtuosismo con las seis cuerdas. Sentado a un lado del escenario, no parecía buscar protagonismo, pero quisiera o no, lo tuvo en algunos momentos, sin duda. El guitarrista combinó un brillante despliegue técnico con una interpretación llena de sentimiento. Sus ojos cerrados y su expresión facial, que en algunos momentos parecía casi de dolor, eran sinceros y evidenciaban la pasión con la que el músico tocaba. Otra gran virtud de Recacha fue su camaleónica maleabilidad: sonó flamenco cuando así lo exigía el guión, dio consistencia a la onda rumbera de algunas canciones, y se le vio en su salsa con la eléctrica en los pasajes más rockeros, emulando por momentos el estilo de Carlos Santana.
En lo que se aleja de lo puramente musical, cabe destacar la gran noticia que Javier Ruibal regaló al auditorio: la reedición de su disco Pensión Triana este 2010, con ilustraciones del pintaor Santos de Veracruz. Por cierto, el ilustrador, junto con uno de los músicos con los que ha trabajado, Muchachito Bombo Infierno, eran algunas de las caras célebres ayer entre el público.
Musicalmente, el trío sonó compacto y fluido. Ruibal cantó al amor y a la sensualidad, con omnipresencia de esos conceptos que abundan en sus letras, como Luna, besos o boca. Música con aire del sur y poesía lorquiana y erótica. Pero, si algo brilla con luz propia en Javier Ruibal y su obra, es su sencillez, su aspecto cercano, sincero y sentido. Se trata de uno de aquellos maestros que no necesitan ningún aspaviento. Sin querer demostrar nada y sin más pretensión que disfrutar y hacer disfrutar, Ruibal puso de pie la Sala Luz de Gas en una excelente actuación. Sin duda, uno de los grandes.
La cantautora mexicana Natalia Lafourcade actuó en solitario ayer domingo en el Liceu de Barcelona en el marco del Suite Festival, en un concierto cargado de emoción radical, depuración estilística, mestizaje sonoro, dramaturgia íntima y canción de autor en estado puro. Sílvia Pérez Cruz fue su invitada en sensible abrazo musical.
La exposición Cómo diseñar una revolución: La vía chilena al diseño, que podrá verse en el Disseny Hub Barcelona del 2 de julio al 16 de noviembre de 2025, recupera a través de 250 piezas —incluyendo las portadas de discos de la Nueva Canción Chilena— el papel fundamental del diseño gráfico e industrial en el proyecto de transformación social impulsado por Salvador Allende.
El 22 de julio, más de una docena de artistas se reunirán en Barcelona para rendir tributo a Dioptria, la obra más emblemática de Pau Riba y una de las más referenciales para la Nova Canço. Con la implicación de sus hijos; De Mortimers, la banda que lo acompaño los últimos 20; y nombres como Maria del Mar Bonet, Roger Mas, Pascal Comelade, Oriol Tramvia o Rita Payés; el concierto se plantea como una celebración única de su legado.
El periodista e investigador cubano Humberto Manduley presenta La memoria girando en la luz: Santiago Feliú en mis recuerdos, un libro que rescata la figura del trovador cubano desde la memoria personal, recorriendo su obra, sus influencias y su lugar en la canción de autor contemporánea.
Camila Guevara, joven artista cubana de 24 años nieta de Pablo Milanés y del Che Guevara, ha iniciado su carrera musical con el disco Dame flores, tras un año marcado por la pérdida de su madre, su abuelo y su padre, Camilo Guevara. A pesar del dolor, su voz y su música la han sostenido, componiendo desde emociones intensas y personales.