Homenaje a las leyendas cubanas
Buena Vista Social Club featuring Omara Portuondo
El pasado 20 de noviembre se presentó en el Auditori de Girona el espectáculo Buena Vista Social Club featuring Omara Portuondo en el marco de la gira europea de este grupo de artistas cubanos.
El pasado 20 de noviembre se presentó en el Auditori de Girona el espectáculo Buena Vista Social Club featuring Omara Portuondo en el marco de la gira europea de este grupo de artistas cubanos.
Buena Vista Social Club featuring Omara Portuondo.
Omara Portuondo con algunos miembros del Buena Vista Social Club.
Ir a un concierto de Buena Vista Social Club te crea una dicotomía, porque si por un lado vas a disfrutar de la fiesta que está previsto que los músicos monten en el escenario, el acontecimiento tiene también algo de triste, de nostálgico, porque cada vez son menos aquellos que formaban primitivamente la banda.
Este año, después de una actuación en el mismo escenario que había visto en el 2009, ya no estaba con ellos Manuel Galván, el magnifico guitarrista, y además no había sido substituido por otro músico como si lo fueron el pianista Rubén González, el contrabajista Orlando Cachaíto López, o los cantantes Ibrahim Ferrer, Pío Leyva y Compay Segundo.
En el caso de Rolando Luna podríamos decir que, se había dado un giro en la forma de interpretar con el piano, respecto a Rubén González, pero manteniendo una alta calidad; pero, al menos la otra noche, no ocurría lo mismo con el contrabajista Pedro Pablo Gutiérrez, que se dedicaba a cumplir con oficio; o los cantantes Idania Valdés y Carlos Colunga, que pese a ser unos interpretes más que correctos, nos hacían echar de menos a los originales. De estos quedaban la trompeta de Manuel Guajiro Mirabal, el laúd fantástico de Barbarito Torres, el anunciado Papi Oviedo al tres, pero que no estuvo en el escenario y Jesús Aguaje Ramos como trombonista y director del grupo.
Y es que con un Auditori expectante y entregado de antemano (el publico empezó a aplaudir cuando se atenuaron las luces de la sala, antes de salir los músicos) la gente no se animó realmente hasta la entrada en escena, casi una hora después del comienzo del concierto, de una rutilante, a pesar de sus limitaciones motrices e incluso vocales, Omara Portuondo, otra de las históricas de Buena Vista.
En tres minutos tenía al público en pie coreando temas como No me llores más de Arsenio Rodríguez; el éxito de María Teresa Vera, Veinte años; o la famosa Quizás, quizás, quizás de Oswaldo Farrés. Temas que junto a Tres palabras, del propio Farrés, que cantó en el momento de aparecer, formaron el primer bloque de su actuación. Una actuación llena de vitalidad, que incluso hizo que la orquesta sonara mejor, con los guiños al público a que nos tiene acostumbrados: “¡¿Soy la más…?!” decía; “¡¡Sexy!!”, contestaba el respetable; entablaba un dialogo picante con el cantante; pedía, casi exigía, que los asistentes cantasen las canciones y, ¡cómo no!, sacó a un espectador para que la acompañase en el escenario, una serie de acciones que repite siempre en sus recitales con las que consigue meterse el publico en el bolsillo.
Pero además canta. Y si bien la voz no es, lógicamente, la que era, el sentimiento, la pasión, la inteligencia con que lo hace, convierten su música en comunicación por vía directa con los que la escuchan. Omara levantó al público. Cuando ella se retiró, momentáneamente la fiesta se mantuvo, con homenaje incluido a Francisco Repilado, Compay Segundo, y su Chan Chan; volviéndose a animar el público cuando volvió a aparecer Omara Portuondo para la apoteosis final, donde todo el mundo cantaba y bailaba, aunque moderadamente por su posición entre las butacas de la sala (el problema de escuchar a una orquesta de baile en una sala de audiciones), al son de Candela, después de casi dos horas de actuación.
Un concierto pues que para algunos fue un descubrimiento del grupo, del que no salieron decepcionados; para otros la constatación de la mucha y buena música que acumulan, pese a todo, los integrantes actuales de la banda; y para algunos, nostálgicos impenitentes, un homenaje a aquellas leyendas cubanas que tanta gloria dieron, y algunos siguen dando, a su país y a la música en general.
Un homenaje con una lagrimita escapándose al recordar a todos aquellos maestros que nos han dejado.
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