Festival BarnaSants 2009

Pablo Guerrero, serenidad poética

por Joan Carles Martínez el 11/03/2009 

Me entristeció un poco ver la sala con tan poco público. No sé si la concordancia con un concierto en el Palau de la Música de Pedro Guerra podía tener la culpa o no, pero el caso es que no me gustó esa sensación de vacío imaginada desde arriba ante un auditorio de unas poquitas filas.

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Reconozco que fui a ver a Pablo Guerrero con poco conocimiento de lo que ha hecho en su larga trayectoria como cantautor. Sé algunas de sus canciones antiguas más conocidas y sé también del respeto que le profesan algunos de los que llevan años en el mundo de la música de autor, considerándole no solo uno de los pioneros de este género en nuestro país sino además uno de los más grandes.

Pero mi conocimiento era escaso y por eso fui a la sala Barradas de l’Hospitalet con la sensación de que iba a descubrir una tierra muy nueva, aunque paradójicamente ese continente ya estaba amplia y generosamente explorado.

No identifiqué en ese Pablo que vi al autor de “A cántaros”, que fue algo así como el himno libertador de la época franquista, en los primeros años de la década de los 70. Tuve la impresión de haberme equivocado de concierto, que algo había pasado pero que lo que yo esperaba escuchar o al menos identificar no era lo que se me estaba ofreciendo.

Aquel señor serio y de aspecto frágil no me pareció que fuera un personaje con tantos  escenarios pisados, tantísimas canciones y un importante número de trabajos editados. No vi un cantautor, o al menos no el que yo esperaba, simplemente vi alguien que musicando a poetas de su extremeña tierra, se quedaba a medio camino entre la canción y la poesía.

Así pues no tardé en darme cuenta que me iba a quedar sin conocer el Pablo Guerrero de siempre y que ése que yo tenia delante era otra cosa, que a mí, más bien me satisfacía poco por excesivamente lento y monótono. Ni el grupo de músicos que le acompañaban con Luis Mendo a la cabeza (todo un lujo) consiguió despertar en mí esas sensaciones que uno espera encontrar para sentirse vivo. En esta ocasión, confieso mi frustración por lo que podía ser pero no era.

Pablo no me ofreció más que la serenidad de unos poemas que no conozco. Con un cuarto de voz y acompañado de su grupo que tocó serenamente fue desgranando a ritmo lento los poemas nuevos de su último trabajo, junto con algunos más antiguos y más conocidos. Mi expectación inicial se fue diluyendo poco a poco ante el ritmo excesivamente apacible de los textos.

Tampoco la antes mencionada “A cántaros” me envolvió en ninguna sensación melancólica. Fue excesivamente lenta y cantada sin pasión.

"En realidad, nunca me han gustado los discos politizados o reivindicativos. Ahora creo más en la evolución que en la revolución.” Comentó Pablo para la prensa hace algún tiempo.  Quizás yo, en mi desconocimiento y en mi lejanía esperaba encontrar más al revolucionario que al evolucionista.

No disfruté, pero que no se sienta nadie culpable porque tal vez la culpa fue mía.

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