Entrevista
Jaime Torres: «Soy de consumir mucha música»
El maestro del charango habla de sus diferentes experiencias con el instrumento y sobre sus incursiones electrónicas. Cuestiona la ignorancia y dice que a los 70 años sigue siendo vital.
El maestro del charango habla de sus diferentes experiencias con el instrumento y sobre sus incursiones electrónicas. Cuestiona la ignorancia y dice que a los 70 años sigue siendo vital.
Por Hernán Firpo para Clarín
No contento con ser guitarrista, y casi en un exceso de excentricidad no exento de exotismo (cuatro equis no es porno), Jaime Torres eligió un instrumento altiplánico, hecho con cinco pares de cuerdas, y se dio cuenta de que así podía dar la vuelta al mundo. "No fue así. Yo no sé tocar la guitarra". Un poquito. "Nada". ¿Un sol mayor? "Guitarra, nada. Mi amistad con el charango empezó porque era un instrumento chiquito y a los cinco años, cuando tuve el primer contacto con un charango, me resultaba fácil, más manuable. Pero de guitarra nada, si hasta tengo mentalidad de charanguero. El charango tiene una sencillez..."
El exotismo entonces quedó reservado para su disco "Electroplano". ¿Charanguismo cósmico?
¿Vos decís el disco que grabamos con ese chico, con (Alejandro) Seoane?
El le agregó un toque medio electrónico a unas melodías. También toqué con Dj Zucker.
Usted tocó.
Bueno, pero guardamos los registros de un vivo. Yo no tuve problema en que me hicieran un acompañamiento, siempre y cuando no se distorsionara la voz de mi instrumento. Esa fue la condición. Cuando Pelo Aprile (dueño de Pelo Music), escuchó lo que hicimos con Seoane, me dijo: "a la pelota, yo no sabía que curtías este palo". ¿Qué palo? "El chill out", me dijo. Para mí fue una manera de acercar el espíritu de una cosa y otra, siempre con la inocencia de un chico.
Debió haber sido interesante: ninguno entendía cuál era el trabajo del otro.
Totalmente extraño. Pero yo soy de consumir mucha música; no puedo estar sin música, y cuando tengo ocasión de viajar soy abierto, voy a ver distintos espectáculos, estoy informado.
¿Vio a los Red Hot Chili Peppers?
Los escuché, no los vi.
Y después de "Electroplano", ¿pudo volver a pisar la Puna?
En noviembre fui a visitar a don Sixto Palavecino. Hablamos un poco en quechua y él me dice que debería grabar en esa lengua. Estábamos en su programa de radio, que ya transmitía desde su casa. Cuando me despidió deseándome suerte, me puso "Electroplano". Eso me emocionó tremendamente. Don Sixto amaba lo criollo, lo nativo, pero la mentalidad no era chiquita. Claro, pareciera que sólo los jóvenes se animaran a estas experiencias y yo no soy joven, pero soy vital a los 70.
¿En qué momento de su vida dejó de explicar qué era esa cosa a la que le sacaba sonido?
Hay todo un trabajo hecho sobre la música popular y autóctona, aunque es cierto que no existe bibliografía específica del charango. Habría que hacer algo, estoy en deuda con el instrumento. Yo tengo un montón de papeles y escritos. Alguna vez debería escribir porque hubo y hay gran desconocimiento del instrumento. O si no se habla ligeramente, porque el charango está íntimamente ligado a un hecho social: el campesinado. ¿Y qué es lo que produce el campesinado? Cosas torpes, cosas menores.
Quizás algunos rockeros piensen que es una guitarra encogida.
Sucede que dentro del rock hay un montón de pibes que tocan fenómeno el charango.
Le decía porque mucha gente debe creer que el sikus es un virus.
Un día vino una mujer, madre de una compañerita de mi hija, y me encaró: "Yo no lo había escuchado nunca, pero me encantó la música alpina". Al-pi-na, me dijo. Nos negamos a nosotros mismos; siempre igual, pensamos que lo importado es mejor.
Pobre, por ahí se equivocó de cadena montañosa...
Nos dicen que lo indispensable es saber inglés y yo me asocio, pero a mí no me impide acercarme al quechua o al aimará. A veces oigo cosas absurdas sobre el charango. Que se hace con cuero de burro. Que yo no toco el charango auténtico. ¿Y cuál es el auténtico? ¿El de quirquincho?
¿Me pregunta a mí?
Hay muchos constructores de charangos, ni siquiera les digo luthiers. Nunca toqué el quirquincho. Mirá, ¿ves esa foto? Esa foto es del año 47, y el charango ya era de madera.
¿Quiere decirme que si el quirquincho estuviera en extinción no sería el fin del charango?
Los charangos vienen haciéndose con otra caparazón desde hace rato, desde hace años.
Debe estar en extinción, entonces.
Hay una protección al quirquincho, sí, pero me parece fantástico. Conozco gente que se cuelga un quirquinchito en la pared. "Mirá, anduve en el Norte".
¿Está permitido que el charango suene junto a un oboe o un cello, por ejemplo?
Tengo una obra que es una suite para charango y orquesta, cuya orquestación es de Gerardo Gandini. El día que toqué con la Camerata Bariloche, te lo digo de verdad, me sentía entre las nubes, abrazando a mis viejos. Son esas maravillas de la vida que uno debe saber valorar. Detrás de la música está el hombre, y que a mí me aplaudan por supuesto que me interesa. Que esté en Tel Aviv y me reconozcan o me digan maestro me gusta, aunque sea algo pasajero.
Maestro, la semana pasada vi un disco suyo en la batea de world music.
Y, puede ser...
Pero en una batea de Palermo Soho.
Son detalles menores; los mismos que por ahí te dicen "che, mirá qué bien que toca ese negro". Es así. Lo que importa es que el que pulse el instrumento tenga alma.
Nos escriben a elagudoylagente@quemail.com preguntando dónde se consiguen disfraces de los Inti-Illimani, modelo década del 70.
¿La ropa? No sé, no me acuerdo. A mí me gusta mucho la caracterización. Estar con el poncho y el sombrerito a la usanza del Norte, ese juego de meterme en el personaje, me gusta mucho.
Dirigido a todos los jóvenes que nos están leyendo, Jaime. ¿El charango sirve para conseguir chicas?
Sí, paga muy bien. Saca una sonrisa, y si sacás una sonrisa...
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